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En fuga continua de mi propia prisión.

martes, enero 27, 2009

El relucir de un instante

Hoy, mientras leía El mar de Banville, John Banville, he recordado una estampa repetida con frecuencia durante mi última infancia y primera adolescencia. Yo, en el coche familiar, acompañado por mi hermano, mi padre (al volante) y mi madre (a su lado), volviendo a casa después de alguna pequeña excursión por la provincia de Cádiz. Las ventanas abiertas dejan entrar la brisa primaveral. El sol adensado de la tarde se desparrama por los campos como la yema de un huevo. Estamos en la sierra, descendiendo tranquilamente por una carretera sinuosa. Mi padre conduce en silencio, un silencio interrumpido a veces por mi madre, que deja caer un suspiro o un comentario interjectivo sobre la belleza del paisaje. Mi hermano hace tiempo que está dormido, acurrucado sobre si mismo en el asiento de detrás, junto a mí. Es posible que haga algo de fresco, así que me he puesto un jersey o me lo he echado por encima... Quizás suena la radio. Noticias o música clásica. La luz cae tan oblicua sobre nosotros que mi madre abre la guantera y le pasa a mi padre sus gafas de sol, para que pueda atender mejor a la carretera... Y allí estoy yo, apoyado sobre la ventanilla, disimulando tras un libro que no leo, ensimismado, recreándome en un futuro que todavía no ha llegado, chapoteando en mis ensoñaciones. No sé si son las curvas que mi padre coge con tanta delicadeza, o la sensación de altura sobre los valles, o el sol meloso que se mezcla con los sonidos de la tarde, pero mi imaginación se dispara como nunca jamás lo ha hecho, ensanchándose más allá del horizonte... un despliegue sin fin, como el de algunos mapas de carretera.
El recuerdo de esos meandros, de esos montes, de esos tramos solitarios por los que apenas nos cruzábamos con otros coches, ha llegado a mí encantado, como el descubrimiento de un viejo casete que fue escuchado hasta la saciedad. El relucir de un instante inmenso, lleno de idas y venidas, de ilusiones, de capacidad para la fabulación. El irresistible poder de la curva frente a la línea recta, de la imaginación frente a la realidad.