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En fuga continua de mi propia prisión.

jueves, julio 31, 2008

Los veranos de hace 15 años

El olor de la dama de noche.
El sonido de los aspersores girando como derviches bajo el silencio de la noche.
El césped recién cortado.
El cloro de las piscinas y mi fascinación por su bella iluminación noctura.
Kouros, de Yves Saint Laurent.
Sergio, Hugo, la poesía.
Chicos, de Luis Antonio de Villena.
Mis primeros paseos en moto.
Paris, mon amour.
La desidia del propio cuerpo.
Ensoñaciones, de Marcel Proust.
Las conversaciones sobre un banco de madera a altas horas de la madrugada.
Mis primeros cigarrillos.
La pesadez de las siestas.
Mis idas y venidas a la enciclopedia Espasa Calpe.
El perfume de los geles Legrain.
Todo Oscar Wilde.
Las camisas de seda baratas.
El enamoramiento como actitud.
Los coleccionables de museos del mundo.
El océano del futuro.
Mozart y U2.
Las barbacoas.
Licor 42 con piña.
El crepitar de las cigarras...

Así recuerdo los veranos de hace media vida...

miércoles, julio 23, 2008

El modisto de Eva Perón

"Yo supe del miedo a pasar por una esquina en donde había dos o tres muchachos juntos, por conocidos que fueran. Supe del miedo al grito de burla desde los autos. Supe del miedo de la película que se cortó y de las luces que se encienden y los gritos de los muchachos desde el gallinero —ahora le dicen pullman—. Supe del asco de las propuestas apenas atendidas en las sombras de la noche, supe de la bronca de la voz atiplada al verme pasar, de los codazos, de las sonrisas sobradoras. Pero me sentía puro”. Y para responder a una frase mataputo de Zully Moreno la alecciona: “¿Sabe usted, mi amor, que todo lo que usted pregona, que todo lo que usted compra en París, está inventado por gente así? Perfumes y sedas, zapatos y abrigos, estampados y cremas. Ya ve como usted necesita de los homosexuales y no ellos de usted”.

Fragmento de la autobiografía de Paco Jaumandreu, extraída de SOY

domingo, julio 13, 2008

Queen Kong

"Lo mejor de NY ha sido también lo peor: la enorme diferencia de escala entre una mujer sola y la ciudad (...) La ciudad es bella y poderosa, las luces tienen una doble proyección en el cristal y en el agua. Lo espectacular choca con la precariedad de las tuberías, paredes, calefacciones (...) El trato con las personas es lo que más me costaría definir, pues tienen otras formas de cortesía. Son tan cordiales, positivos y anglosajonamente activos que a veces tienes la sensación de que nadie te quiere (...) Se echa un poco de menos a los viejos, es mi secreto, parece que llegado cierto punto, todos se escapan a Florida. Aunque ya he descubierto un bar de emigrantes italianos de la primera generación que todos parecen ser tan deliciosamente cascarrabias como mi padre".

C. Campos, extractos de una carta redactada en Nueva York el 15 de diciembre de 2008, enviada meses más tarde, junto con otra más reciente, desde Sevilla

sábado, julio 12, 2008

Condicionados

El otro día, B., una amiga, durante su visita a casa nos cuenta una historia.

Preparando un examen para sus alumnos (B. es profesora de psicología en la universidad) redacta la siguiente pregunta:

"Cuando Pepito era niño un saltamontes se le posó en la camisa y su madre dio un grito de espanto y salió corriendo. Desde entonces, a Pepito, cada vez que ve un saltamontes, se le acelera el corazón. Señala los componentes del condicionamiento producido:

a) El Estímulo Incondicionado (EI) es el grito de la madre.
b) El Estímulo Incondicionado (EI) es ver el saltamontes.
c) El Estímulo Condicionado (EC) es el grito de la madre.
d) La Respuesta Condicionada (RC) es el grito de la madre".

Al parecer, la respuesta correcta es la a). Estamos ante un proceso típico de Condicionamiento Clásico (CC), forma de aprendizaje asociativo estudiada por primera vez por el fisiólogo ruso Paulov y sistematizada posteriormente por el psicólogo conductista Watson, de Estados Unidos. El CC consiste en que un estímulo inicialmente neutro, por asociación con otro que no lo es, termina provocando la misma respuesta que el segundo. En el famoso ejemplo del perro de Paulov, el animal salivaba (Respuesta Incondicionada, ya que no está condicionada a ningún aprendizaje previo) cuando se le acercaba la comida. Pero Paulov empezó a tocar sistemáticamente una campana segundos antes de llevarle al perro su comida. Al cabo de un tiempo el perro empezó a salivar con tan sólo oír el ruido (inicialmente neutro) de la campana. Momento en que se produce el aprendizaje. El ruido de la campana sería el Estímulo Condicionado y la reacción de salivar al oír la campana la Respuesta Condicionada. En el caso de Pepito, la visión del saltamontes (en principio neutra) al asociarse con el grito de la madre (que, en tanto que fuerte ruido, sobresalta al niño y por tanto es un Estímulo Incondicionado) pasa a convertirse en un Estímulo Condicionado provocando en el niño una Respuesta Condicionada (el miedo a los saltamontes).

La anécdota de toda esta historia es que a B., al día siguiente, estando con su hijo en su casa de la playa, le aconteció exactamente la misma situación (saltamontes incluido) que había inventado para el examen. Y con su grito condicionó una nueva fobia en el niño. La fobia a los saltamontes.

Estos días de rodriguez (F. está en Francia visitando a su hermana y sobrino) en que uno se queda en su espacio habitual pero frecuenta otras costumbres (como la de hacerse la comida y almorzar solo) pensaba yo en la fobia que muchas personas sienten, condicionadas por la vida en pareja, cuando se quedan solas. Su soledad no es distinta de la que sentían antes de estar en pareja, sin embargo, al estar ahora asociada a la pérdida de su pareja, queda condicionada por ésta. Dependencia, arquitectura de la condición, condicionamiento de la cultura, proyección infinita de un espejo enfrentado a otro, espejismos, travesía de lo real a lo imaginario y de lo imaginario al orden simbólico... ¿psicoanálisis?

Toda esta asociación de ideas me surgió la pasada noche, durante un breve momento de insomnio. Hoy, al plasmarla por escrito, me he dado cuenta de que las piezas pertenecen a puzles distintos.

De todas formas, nunca me ha gustado demasiado la psicología conductista. El día está nublado. Ute Lemper me acompaña con sus canciones antiguas.

viernes, julio 11, 2008

Direccionario

calle del Cardenal Cisneros, de Alhamar, Conde de Ybarra, Aribau, rue du Vertbois, plaza Cataluña, calle Trinidad, Aljibe de Trillo, Correduría, antigua Dr. Letamendi, calle del Barril, Alberto Lista, Lavadero de las Tablas...

¿Algún acrólogo o cabalista podría indicarme qué dirección vital esconden todos estos nombres?

miércoles, julio 09, 2008

Sin título

Hace un tiempo, no mucho
Repasabas con dedos temerarios
El marco laqueado de la historia.
Te colgabas del césped primerizo,
La piscina a la vista,
Y ponías el mundo boca abajo.

Controlabas el vuelo, la risa y el conjunto.
Las camisas, los dados, la pauta de los viernes.
Acaecía todo con un aura magnética,
Con paso decidido, con certeza de santo.
Eso al menos creías.

Ahora pendes de un hilo,
Ensartado de forma lastimosa.
Estás desconectado,
Cual gorrión herido detrás de la nevera,
Tropezando, tosiendo,
Recogiendo migajas y pelusas,
Los dedos siempre sucios
Porque la mezquindad ajena
Multiplica por dos la tuya propia.

Elaboras conjuros para luego correr a deshacerlos
Nivelando los cuadros que se tuercen,
Ahuyentando las ráfagas, los ecos,
Los derrames de tedio,
El siniestrado borde del oráculo.

De forma inadvertida,
Sin apenas notarlo,
Te has dejado caer en el aparatoso hueco de la angustia,
Una bella vitrina,
La hornacina que dejaron vacía los dioses en su huida.

El miedo encaja siempre como un guante.
Cómo no declinar -sin que asome la duda-
La enrojecida luz de tu archivo de errores
En pro del mal de ojo, de las malas argucias,
De la malevolencia ambiente.

Álvaro Ll. F.

Propósito

Escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir....
hasta enterrarlos en el mar.

jueves, julio 03, 2008

Esquizoanálisis (o "alla S. J. Parker")

Entonces, en mitad de la sobremesa, tuvo la peregrina idea de comparar los estadios del deseo y el amor con la relación que uno mantiene con unos zapatos. El flechazo sería parecido al deseo irrefrenable que nos produce observar unos zapatos que nos gustan tras un escaparate, aislados en su unicidad, marcados por su cotización de tres cifras, nuevos y recién descubiertos. El amor sería más complicado de describir: aquellos zapatos tendrían un lugar privilegiado en nuestros rompecabezas de citas importantes, un halo de fetiche concedido por nuestras supersticiones, el molde de nuestros pies, un sinfín de recuerdos, mucha cotidianidad olvidada... y un espacio en nuestro oscuro zapatero. Luego, mientras traían la cuenta a su mesa, pensó en el horror que le producía ver zapatos usados en las ferias o los mercadillos de segunda mano... ningún otro objeto conservaba mejor la huella de su antiguo propietario. No, definitivamente, jamás podría enamorarse de una persona conocida. Para ella, las flechas de Cupido marcaban inevitablemente la dirección de lo inexplorado...
Al salir del restaurante, sola, el vino de la comida se mezcló con el calor de la tarde y sintió un enorme sopor. Buscó alivio en una de las muchas tiendas con horario ininterrumpido que había en la zona. El aire acondicionado estaba a tope. Era el primer día de rebajas. Pensó en la mercancía, en sus precios a la baja, en la necesidad que tenían sus actuales propietarios de deshacerse de ella, de crear necesidad en otros, en el deseo, en el capitalismo, en el consumo...
Cuando estaba a punto de despatarrarse, dejándose caer suavemente con el bolso contra el estómago, haciendo tintinar la fila de perchas que había a sus espaldas, tomó conciencia de lo ridículo de todo aquello y salió recompuesta hacia su casa...
La tarde resplandecía como un metal precioso. Las calles estaban repletas de gente guapa, pero había algo en sus movimientos, en su actitud, que resultaba inquietante. Parecía como si una mano invisible las removiese con ansiedad, buscando entre ellas la mejor mercancía que llevarse a casa.