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En fuga continua de mi propia prisión.

sábado, mayo 24, 2008

"Cuando yo era pequeña y vivía en casa de mis padres..."

"Somos cinco hermanos. Vivimos en distintas ciudades y algunos en el extranjero, pero no solemos escribirnos. Cuando nos vemos, podemos estar indiferentes o distraídos los unos de los otros, pero basta que uno de nosotros diga una palabra, una frase, una de aquellas antiguas frases que hemos oído y repetido infinidad de veces en nuestra infancia, nos basta con decir: "no hemos venido a Bérgamo a hacer campamento" o "a qué apesta el ácido sulfhírdrico", para volver a recuperar de pronto nuestra antigua relación y nuesta infancia y juventud, unidas indisolublemente a aquellas frases, a aquellas palabras. Una de aquellas frases o palabras nos haría reconocernos los unos a los otros en la oscuridad de una gruta o entre millones de personas. Esas frases son nuestro latín, el vocabulario de nuestros días pasados, son como jeroglíficos de los egipcios o de los asiriobabilónicos: el testimonio de un núcleo vital que ya no existe, pero que sobrevive en sus textos, salvados de la furia de las aguas, de la corrosión del tiempo. Esas frases son la base de nuestra unidad familiar, que subsistirá mientras permanezcamos en el mundo, recreándose y resuciando en los puntos más diversos de la tierra. De tal forma que cuando uno de nosotros diga: "Distinguido señor Lipmann", la voz impaciente de mi padre resonaría en nuestros oídos: "Dejad esa historia. ¡La he oído ya muchas veces!"

Natalia Ginzburg, Léxico familiar

Un libro delicioso. Como comerse una tarta recién horneada una tarde de lluvia.
Me imagino a su autora, menuda, sentada frente a la máquina de escribir.
Con una rebeca abierta, los pies cruzados bajo la silla a la altura de los tobillos y sacando cada cierto tiempo un pañuelito de la manga de su blusa.

Un libro lleno de comillas, de frases en estilo directo, que sus personajes repiten una y otra vez a lo largo de sus páginas, que van pasando como años del calendario.

Pienso en todo ese léxico que he desarrollado desde la infancia, con mi hermano, con mis padres, con los amigos más tarde, con F. Un léxico secreto, cómplice, que aunque cambiemos de compañías, o precisamente por eso, va creciendo con nosotros.