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En fuga continua de mi propia prisión.

viernes, abril 20, 2012

Monique

Hoy, al despertar de la siesta quedé envuelto en el sueño que tuve. Era un sueño de futuro, pacífico. Estaba con Silvia, con Dani y con Julia, posiblemente estuvieran mis padres también. Estábamos a la mesa y ese que era yo, al que no le veía la cara (como en la vida misma), ese que era yo por esa cosa íntima con la que establecemos nuestro particular y unívoco vínculo con el mundo, ese que era yo en el sueño estaba contento de volver a ver a Julia y de volver a verlos a todos. Es decir, aquello que ante mí se desarrollaba era un reencuentro. La edad de Julia era indefinible porque, cosas de los sueños, ya hablaba, pero aún sus padres le daban de comer con una especie de cuchara en forma de pipa de fumar. Una alegría insustancial se había colado en aquella habitación en la que estábamos, que más bien parecía (o daba la sensación de) un escenario de teatro iluminado, con el enorme hueco de las tramoyas en vertical y unos límites confusos y sinuosos a nuestro alrededor. ¿De dónde venía yo? ¿de dónde venían ellos? Julia estaba enfrente de mí, sentada sobre el regazo de alguno de sus padres - no recuerdo cuál - y no paraba de decirme cosas. Cuando el sueño estaba a punto de desintegrarse para siempre, recuerdo que apareció el nombre de Monique. La niña lo pronunciaba con vehemencia. Yo le preguntaba encogiéndome de hombros: ¿quién es Monique? Entonces ella me decía, con un gesto de obviedad donde no cabía el perdón por semejante despiste: "Monique, la manzana de la tele".