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En fuga continua de mi propia prisión.

jueves, enero 12, 2012

Leña del árbol caído

Hay un tipo de personaje, muy español, al que llamaré "vicario", cuya condición me produce una tremenda lástima. Lo llamo vicario porque, de alguna forma, "hereda" (siempre tarde, siempre a destiempo) la ropa sucia y gastada de los demás. Y hace creer a los demás que es nueva. Digamos que "revive", de manera desfasada, exagerada, los sentimientos (siempre malos) que otros ya han vivido en primera persona. El vicario es más papista que el Papa (él lo llamará "solidaridad") y cuando, por ejemplo, alguien se pelea con alguien (su novio, un amigo), allí está él demostrando que es un buen colega y que aún está más peleado con ese alguien que el afectado, aunque jamás haya entendido el motivo de la pelea ni nadie le haya dado vela en ese entierro. El vicacio hace leña del árbol que alguien cayó, es el coro desafinado que insulta cuando ya lo han hecho veinte antes que él, es aquel que te dice "lo sabía" pero cuando realmente su "sabiduría" importaba, nunca dijo nada. El vicario es de naturaleza insegura y nunca hará nada hasta que esté seguro (qué contradicción) de que no va a hacer el ridículo. Es decir, está al acecho, esperando a que alguien tome la iniciativa para secundarlo de modo desmesurado. Si alguien te deja de hablar, él (que apenas está vinculado a esa persona) ni siquiera te dirigirá la mirada cuando se cruce contigo. Son cobardes que se arriman a la sombra del valiente, inoportunos...
El vicario forma parte de la retaguardia, siempre será un secundario. Obviamente, en este vida no siempre se puede ser líder y, de hecho, los secundarios han sido fundamentales en ciertas causas nobles, políticamante revolucionarias, progresistas. Pero el vicario, tan extemporáneo, sólo sabe acercarse a causas equivocadas, porque él está enormemente equivocado desde el principio, y no resulta raro que, siguiendo con el ejemplo anterior, cuando ya se hayan arreglado las cosas entre los amigos enemistados o los novios peleados, él siga ahí, refunfuñando, no saludando, enfadado sin saber porqué, o agarrándose a una causa justa que caducó hace mucho tiempo. Como esos combatientes que se escondieron bosque adentro en territorio enemigo y despilfarraron toda una vida creyendo que la guerra aún no había terminado.