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En fuga continua de mi propia prisión.

jueves, julio 03, 2008

Esquizoanálisis (o "alla S. J. Parker")

Entonces, en mitad de la sobremesa, tuvo la peregrina idea de comparar los estadios del deseo y el amor con la relación que uno mantiene con unos zapatos. El flechazo sería parecido al deseo irrefrenable que nos produce observar unos zapatos que nos gustan tras un escaparate, aislados en su unicidad, marcados por su cotización de tres cifras, nuevos y recién descubiertos. El amor sería más complicado de describir: aquellos zapatos tendrían un lugar privilegiado en nuestros rompecabezas de citas importantes, un halo de fetiche concedido por nuestras supersticiones, el molde de nuestros pies, un sinfín de recuerdos, mucha cotidianidad olvidada... y un espacio en nuestro oscuro zapatero. Luego, mientras traían la cuenta a su mesa, pensó en el horror que le producía ver zapatos usados en las ferias o los mercadillos de segunda mano... ningún otro objeto conservaba mejor la huella de su antiguo propietario. No, definitivamente, jamás podría enamorarse de una persona conocida. Para ella, las flechas de Cupido marcaban inevitablemente la dirección de lo inexplorado...
Al salir del restaurante, sola, el vino de la comida se mezcló con el calor de la tarde y sintió un enorme sopor. Buscó alivio en una de las muchas tiendas con horario ininterrumpido que había en la zona. El aire acondicionado estaba a tope. Era el primer día de rebajas. Pensó en la mercancía, en sus precios a la baja, en la necesidad que tenían sus actuales propietarios de deshacerse de ella, de crear necesidad en otros, en el deseo, en el capitalismo, en el consumo...
Cuando estaba a punto de despatarrarse, dejándose caer suavemente con el bolso contra el estómago, haciendo tintinar la fila de perchas que había a sus espaldas, tomó conciencia de lo ridículo de todo aquello y salió recompuesta hacia su casa...
La tarde resplandecía como un metal precioso. Las calles estaban repletas de gente guapa, pero había algo en sus movimientos, en su actitud, que resultaba inquietante. Parecía como si una mano invisible las removiese con ansiedad, buscando entre ellas la mejor mercancía que llevarse a casa.