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En fuga continua de mi propia prisión.

domingo, mayo 08, 2005

Desdicho

En el sueño había una persona y un perro. Recuerdo perfectamente la carita del perro, y el tacto de su pelo (aunque sólo lo toco una vez). El humano se desbibuja... pero si tuviese que relacionarlo con alguien conocido sería con F., un argentino delgado y canoso, de aproximadamente 40 años, que tiene un restaurante hacia el norte de mi casa y un hotelito hacia el sur. Al perro lo puedo ver con nitidez. Tiene un ojo pintado de azul y otro de rojo, con los rabillos dibujados al estilo de las folklóricas de los años 70. La persona que está a su lado (al que por una extraña razón asocio con F. y que es su dueño), le dice que me de un libro. El perrito me lo trae. Al recogerlo, me fijo que sobre la tapa posterior, color sol, apenas ha dejado la marca de sus dientes. Observo esto como un tímido gesto de confianza. Así que intento acariciarle el cuello, a modo de agradecimiento. Pero el movimiento del cuello del perro no deja lugar a dudas: una naúsea de rechazo recorre su cuerpo. Antes de que todo esto ocurriera, yo he esperado (no físicamente, porque apenas han transcurrido unos segundos, pero sí psíquicamente) a que el dueño diese órdenes a su mascota de tratarme como a un amigo. Pero el dueño no lo ha hecho. Tan sólo le ha ordenado que me pasara ese libro cuyo título no recuerdo. Yo era consciente del clima de leve desconfianza que había en aquel lugar (posiblemente un porche, el nacimiento de un jardín): sabía que el dueño, quizás justificadamente, no se entregaría del todo a mi presencia y que yo tendría que ganármelo. Y que sólo después de estar confiado, transmitiría su seguridad al perro, y que de ello dependería que mi eventual gesto de agradecimiento al animal fuera recibido con plenitud y agrado. Pero esa desconfianza débil (como la débil incomodidad del fresco en las noches de primavera) estaba allí instalada como el propio reflejo en una galería de espejos, y yo andaba a tientas, con sumo cuidado, como si llevase un vaso a rebosar por una escalera a oscuras.
-¿Desdice esta entrada la declaración de principios inaugural de este blog?
-Probablemente, pero no tenía dónde apuntar esta inquietud.