Ayer intenté hacer unas facturas con la calculadora y por más que apretaba con los dedos en las teclas no conseguía que saliese ningún resultado.
F. me hizo observar que como la calculadora funciona con energía solar, la falta de luz a la que condeno a mi habitación podía haber hecho que el aparato perdiese energía. Bastó con acercarla al balcón y los números tomaron forma, ennegreciéndose.
Hoy he pensado, mientras volvía desaliñado del gimnasio, escuchando a Madonna en los cascos, si esa falta de luz (ahora hablo de otra) no es la que ha hecho que vaya perdiendo mi aura...
Debo reinventarme. Irme de esta ciudad.