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En fuga continua de mi propia prisión.

martes, diciembre 30, 2008

Postal

"Un gran saludo desde Jerez. La habitación es muy cómoda. La comida muy rica. He engordado dos kilos. Volvemos el 22".

Georges Perec, "Doscientas cuarenta y tres postales de colores auténticos", Lo infraordinario

domingo, diciembre 21, 2008

El arte de la fuga

A veces uno encuentra placer en acatar el lenguaje de los otros.
Y se deja arrastrar, literalmente, por las normas ajenas, por sus temas, por sus vidas.
Por su corriente de palabras, río abajo, sin oponer resistencia.
Hay en ello una satisfacción parecida a la que sentimos cuando hablamos una lengua extranjera: no importa tanto lo que se dice sino cómo se dice.
Hay poco margen para la improvisación deslumbrante del yo.
Es la aprobación del otro lo que importa, el sometimiento ajustado a sus reglas y reglamentos.
Resultas agradable y vulgar, cortesano... y como cuando te dejas llevar por la corriente de un río caudaloso, notas que tu cuerpo, que tu mente, están relajados, sin nada contra lo que ejercer fuerza alguna...

- Queda claro que concibes el ser como un acto de resistencia.
- ¿Tú crees?
- Sí. Deberías fugarte, desaparecer.

miércoles, diciembre 17, 2008

Los crepúsculos de Barcelona



Qué decir sobre los crepúsculos ahogados de Barcelona.
¿Recordáis
El cuadro de Rusiñol Erik Satie en el seu estudi? Así
Son los crepúsculos magnéticos de Barcelona, como los
ojos y la
Cabellera de Satie, como las manos de Satie y como la
simpatía
De Rusiñol. Crepúsculos habitados por siluetas
soberanas, magnificencia
Del sol y del mar sobre estas viviendas colgantes o
subterráneas
Para el amor construidas. La ciudad de Sara Gibert y de
Lola Paniagua,
La ciudad de las estelas y de las confidencias
absolutamente gratuitas.
La ciudad de las genuflexiones y de los cordeles.

Roberto Bolaño, Los perros románticos

viernes, diciembre 12, 2008

En Grand Central Station...

...me senté y lloré.
(5º movimiento -Cavatina, adagio molto espressivo- del cuarteto para cuerdas op. 130 en si bemol mayor de Beethoven, la música más bella de la tierra)

jueves, diciembre 11, 2008

Eclipse de los siete pecados capitales

Llevas tiempo sintiéndote oculto.
Oculto ante la ciudad, ante los amigos, ante la familia, ante tí mismo.
Como un cuadro arrumbado en los depósitos del museo.
Como una lengua muerta.
En la sombra. Desconectado.
Estás enfermo, sí, pero de tu propia falta de luz.
En el ambiente hay una carga pesada que te oprime, que te impide moverte con gracia, moverte a voluntad. Se te viene a la mente esa imagen de la Poncia de Bernarda Alba: "capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara".
Nunca debiste adentrarte en habitaciones tan poco ventiladas.
Estás ofuscado, nervioso como el tronco de un árbol centenario, enrojecido de hacer fuerza contra todo, tratando de salir de ese nicho, mientras fumas y fumas y fumas.
Apuntas citas como ésta de Kafka: "Se sentía tan libre como se siente uno cuando, lejos de casa, habla con gentes que le son inferiores, guardándose todo lo que se refiere a uno mismo y hablando sólo con indiferencia de los intereses de los demás; así uno los eleva a un nivel superior, pero también puede dejarlos caer a voluntad".
Estás re-re-re-re-sentido. Recontraresentido. Atrapado en tu propia tela de araña.
¿Y la risa, que siempre fue tan tuya? Está abajo, en los sótanos...
¿Para qué fingir que estás bien? ¿Rodearte de mediocres y sonreírles uno a uno como un idiota? Jamás. Jamás. Jamás.
Es preferible la paz de los últimos cuartetos, la extrañeza del final de los tiempos... otro tipo de danza, la danza de las páginas.
A esa conjura de vampiros chupasangre, a esos profesionales de hacerle sombra a los demás, les dices: "recordad que mi signo es de fuego".
Es inútil.
Aunque no. Ni dieciocho años en Jerez pudieron contigo.
Algún día no muy lejano agarrarás esos cientos de folios que YA están escritos y darás un golpe sobre la mesa. La luz los dejará a todos ciegos.
No habrá éxito, ni bailes. Pero ese dolor tan malo habrá rebotado.
Y quedarás ahíto de tu propia soberbia.
Quien ríe último ríe mejor.

miércoles, diciembre 10, 2008

La mer, la mer, toujours recommencée

En la cuerda floja.
A un lado la necesidad; al otro, el deseo.
La poca luz,
que todo lo ensucia.
La realidad restalla como una barra de hielo bajo el grifo.
Como el pan cotidiano que se pasa a cuchillo.
Desperdigar de lascas, de cortezas...
y ese gesto modesto de agacharse a cogerlas.
Una huella, un espacio, una mancha, una pena.
Y detrás los satélites, los coches, los cometas,
las fuentes, la pereza,
las fachadas, los parques, las áreas de servicio,
el frío, la meseta.
Y por último, "el mar, el mar...
sin cesar comenzando".

lunes, diciembre 08, 2008

Tres apuntes

Primero.
Sales a la calle y la vorágine de tu vida pierde fuerza, mezclándose con esa otra vorágine de la ciudad. El mundo está ahí, y se puede observar... es como un baño de agua caliente, un lugar en el que descansar.

Segundo.
En el metro, una figura alta, con el porte y el cabello de uno de esos caballeros de Giorgione o Carpaccio. Y esas manos nudosas que, incluso en reposo, siempre están señalando hacia algún sitio, fuera de campo.

Tercero.
Dos prioridades musicales: Olivier Messiaen y César Franck.

martes, diciembre 02, 2008

Exhorcismo

Hoy, a la hora más aciaga del invierno, he recibido una llamada.
Al otro lado del hilo telefónico, una voz de mujer anciana, muy familiar y dulce, como de monja de convento de clausura, de esas que oyes pero no ves, me pedía que le confirmase mi edad, 32 años.
La señora se ha presentado como comercial de una empresa de seguros que trabaja con "portadores" de la tarjeta de El Corte Inglés, y acto seguido, me ha enumerado - con trémula congoja, absolutamente creíble - las ventajas de un seguro de vida y accidente que a mí, dado mi tramo de edad, me supondría una módica bonificación al mes (13 euros). Ha pronunciado las palabras accidente, muerte, invalidez y viajes. Las ha acompañado de cifras de cinco números, excepto la relacionada con la invalidez total, que alcanzaba los seis. La he escuchado enajenado y al final le he dicho que estoy en contra de las compañías de seguros. Que me parecía indecente que alguien se enriqueciese a costa del miedo ajeno. Ella se ha dado cuenta de que mi indignación exudaba miedo y ha tratado de despedirse de mí con delicadeza, no sin antes dejarme su teléfono y decirme su nombre: Asunción.
Me he levantado de la mesa de trabajo con violencia, como hubiese reaccionado ante una avispa que rondase un apacible almuerzo campestre...

jueves, noviembre 27, 2008

Maldito Kafka

"Puede que ya estuvieran allí cuando K. la había abierto; evitaban toda apariencia de estar observando a K.; charlaban en voz baja y seguían los movimientos de K. con la vista, pero con la mirada distraída que la gente suele dirigir a su alrededor durante una conversación. No obstante, a K. le pesaban aquellas miradas, y se apresuró a meterse en su cuarto deslizándose junto a la pared".

Franz Kafka, El proceso.

Nunca pensé que al empezar a leer El proceso, de Kafka, mi vida correría en paralelo a la del protagonista. La lectura de Kafka me la sugirió Vila-Matas, por ser el autor al que más cita en su último libro, Dietario voluble. Yo sólo había leído La metamorfosis, de adolescente, y entonces no entendí por qué era un escritor tan admirado (prefería la fantasía de Borges). Así que ante la incitación de Vila-Matas y mi propia mala conciencia como lector, fui a mi librería favorita de Jerez y compré una edición de bolsillo de la que es una de sus grandes obras, inconclusa para mayor goce de devotos. Ahora entiendo que, además de por su neurótica y desenfocada forma de tratar el deseo (un caso aparte en la literatura llamada canónica), su obra tiene un influjo particular...
Desde que abrí el libro mi vida se va complicando: mis dos sistemas informáticos se ralentizan hasta el punto de hacer imposible mi trabajo, se me acopla otra red inalámbrica en el canal de la mía, volviéndola inestable, pierdo la carpeta Elementos enviados de mi aplicación de correo (lo que me impide corroborar el envío de unas facturas), su rescate me sumerge en una búsqueda agotadora de software con licencia pirata, decido entonces comprarme un nuevo sobremesa y cuando ya lo tengo montado y me he deshecho de gran parte de su embalaje, descubro que su sistema operativo (Windows Vista) resulta incompatible con la mayoría de mis programas, hago el amago de sustituirlo por el XP Pro pero me entero que de seguir adelante me quedo sin derecho de garantía, gracias a una tenebrosa alianza de las grandes corporaciones informáticas (esas que nos tienen sin aliento en su infinita exigencia de actualización, creándonos una nueva enfermedad psíquica que podríamos bautizar como ultimatosis)... Por fin, El Corte Inglés (tu tienda del Opus, pero tu tienda amiga al fin y al cabo), aceptó ayer que devolviese mi compra, a pesar de que faltaba la mitad del embalaje...
Han sido días estúpidamente angustiosos, de mala comida y peor vida, de sueño entrecortado, de miradas atónitas de F. (ante mi obsesión), de impotencia ante la mafia empresarial, de indefensión como usuario, cliente, particular, consumidor o lo que quieran que sea para ellos...
Una mala pesadilla kafkiana, que me ha quitado trazos de humanidad.
Adentrándome en la biografía de Kafka, que apenas conocía, he descubierto su malogrado final en un sanatorio cercano a Viena (en sus últimos días, por una complicación de garganta, sólo podía ingerir líquidos) y la "suerte", tan suya, que ha corrido su obra: en parte desaparecida, en parte en manos de una familia israelí, la de Esther Hoffer (ex-secretaria de Max Brod, quien fue a su vez albacea de Kafka), que ha estado haciendo una gestión fragmentaria y pésima de sus escritos.

Maldito y pobre Kafka.

P.D. La buena noticia de la semana es que F. ha encontrado trabajo. Se va a África, a rodar con una tribu nómada de Namibia. Una experiencia peculiar, aunque de lo más envidiable.

domingo, noviembre 16, 2008

Las horas del verano

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que releía mucho. Mis libros de cabecera eran todo Djuna Barnes (especialmente El bosque de la noche y El vertedero), El retrato de Dorian Gray y En busca del tiempo perdido ("Mucho tiempo he estado acostándome temprano"). Volvía a ellos una y otra vez porque siempre había algo que se me escapaba al cerrarlos, porque habían sido una brújula en los años desnortados de mi adolescencia, o porque, quizás de forma inconsciente, convocaban aquellas horas lentas, la persiana medio echada, en que tumbado sobre la cama de mi cuarto, en casa de mis padres, las vacaciones eran auténticamente eso, un tiempo vacío. El futuro era a la vez incierto y prometedor y asomarme a él, como tantas veces dije a mis amigos de entonces (los del instituto, los de la carrera), no me producía vértigo.
En aquel tiempo no muy lejano, las noches tenían un olor intenso, como de aventura en barco, y sus finales siempre estaban abiertos, al igual que mis libros de cabecera, siempre a mano, esperando una nueva relectura...
No existían los móviles, ni Internet, y el sistema operativo de los ordenadores era el MS-DOS, una interfaz que hacía a las máquinas muy máquinas, con lo que resultaba fácil separarse de ellas. Todavía conservo muchas cartas de aquella época, con sus remites y sus sellos, objetos susceptibles de deteriorarse, de arrumbarse, de perderse. Pero también de ser redescubiertos, releídos. Catalizadores de la memoria, de ese archivo casi infinito y casi inmaterial que obsesionaba a Borges. Intento acordarme de los teléfonos fijos a los que solía llamar en aquella época, teléfonos que me sabía de carrerilla. No lo consigo... Las nuevas tecnologías (¿cuándo dejarán de ser nuevas?) nos han hecho la vida más fácil, cierto, pero nos han recortado la memoria...
Mi psicóloga me quiere curar la autoestima a través de la memoria. Del cultivo de una memoria buena (positiva), que no es lo mismo que una buena memoria. No sé si lo va a conseguir: mi neurosis está relacionada con el futuro, con esa ansiedad que hace que ya no relea y me lleva a acumular libros cuya lectura tengo pendiente, convirtiéndome en un diógenes de la literatura. O del papel, sencillamente. Papier manqué. Falto de papeles, literato fallido, letraherido, traductor de productos informáticos, teletrabajador, tecnodependiente... Un psicoanalista, eso es lo que yo necesito. Un alma iluminada que ordene mi diccionario, mis lecturas perdidas, mi querencia por el papel, que es pasado, mi devoción por ese pasado, mi melancolía. Entre la ansiedad y la melancolía, ni un solo escalón en el que sentarme.
"El destino y la historia son desordenados" dice Djuna Barnes. "Nosotros tememos el desorden de ese recuerdo". De ahí la legalización de la memoria, esto es, la herencia. La herencia genética, que certifica a nuestros padres y a nuestras madres, y a los padres de nuestros padres y a las madres de nuestras madres... y la herencia material, la de los objetos tasables, a veces la única interfaz que nos comunica con esa otra vida que es el pasado, tan ajena que tiene que mediar entre ella y nosotros el derecho de propiedad. Pienso en la casa de mis abuelos, que ya no es nuestra... ¿se ha perdido para siempre su recuerdo, su valor sentimental? ¿dónde andará la campanilla de la entrada que cuando sonaba nos hacía correr, a mí y a mi hermano, como locos hasta la puerta? ¿cuántos metros medía aquel corredor? Me vienen a la mente los trozos de seta que empequeñecían y hacían crecer a Alicia en el País de las Maravillas...
Por no hablar del desorden de los museos... nada hay más descontextualizado, a excepción de las entradas de los diccionarios.
Hace tiempo que no releo aunque vuelvo a menudo a los mismos sitios; en algunos, como la casa de mis abuelos, ya no puedo entrar, y a ratos, el mundo se agranda o se empequeñece en función de la mano en que lleve el trozo de seta de Alicia. París no se acaba nunca...

P.D. Escribo esto a raíz de ver Las horas del verano, de Olivier Assayas, película hermosa donde las haya, de floración continua. Queda pendiente revisitarla.

jueves, noviembre 06, 2008

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miércoles, noviembre 05, 2008

Trigo y cizaña del sembrado ajeno

(Iniciado días atrás)

Tres han sido los personajes que, desde distinto formato, he ido o me han venido a visitar estos días de trabajo y frío. Personajes todos ellos reales que, presentados en piezas de desigual valía artística, han sacudido mi monótono ensimismamiento. La ciudad, lluviosa, parece un aislante. Ellos han sido casi la única materia conductora entre mi cuerpo y el mundo.

Mandronita Andreu: hija del señor que inventó las famosas pastillas del doctor Andreu, constructor a su vez del parque de atracciones del Tibidabo. Descubierta una noche de tele, a la hora del oráculo de Delfos, gracias al documental Un instante en la vida ajena, de José Luis López Linares. Mandronita, hija de la alta burguesía catalana, viajera incansable, asidua de las pistas de St. Moritz, aficionada a todos y cada uno de los bailes que jalonaron las décadas intermedias del siglo XX, seducida de igual forma por la feria de Sevilla y por los neones babilónicos de un Times Square en blanco y negro, no pasaría de ser una excéntrica y previsible niña rica si no hubiese registrado, de forma compulsiva, con una cámara de 16 mm, todo aquello que durante más de cinco décadas pasó por delante de sus ojos: su llegada a Nueva York en barco, tras la guerra; los viajes por una España hambrienta y polvorienta de posguerra, como cicerone de acaudalados amigos americanos; los veranos de juegos y risas en el jardín de casa, con su familia; la retransmisión televisada del funeral de Robert Kennedy tras los escaparates de las calles de Manhattan; los primeros guateques de sus hijas, un safari en África, Dalí en Cadaqués, Julio Iglesias en un chiringuito de la Costa Brava, los primeros biquinis, el rostro ya arrugado de su marido, una escapada caprichosa a Bombay... una historia bajo la Historia.

Jacques Vergès: protagonista de L'avocat de la terreur, de Barbet Schroeder, en los Golem. Personaje fascinante donde los haya. Abogado de los casos difíciles, por no decir imposibles. Hijo de la Francia colonial, de madre vietnamita y padre de La Reunión. Ojos rasgados, como sin terminar, a la manera de un ideograma chino trazado con un pincel trémulo (que diría Barthes). Comenzó comprometiéndose con la causa argelina y defendió a Djamila Bouhired, que acabaría siendo su mujer. Luego vendrían: Carlos el Chacal, Magdalena Kopp, de la banda Baader-Meinhof, el nazi Klaus Barbi (conocido como el carnicero de Lyon), Milosevic, y terroristas de todo pelaje y condición, de Palestina a Camboya. Bon vivant, cínico, anticolonialista, el eslabón perdido entre los nazis y los yihadistas. Enemigo acérrimo de Israel. Un hombre de acción que "ama demasiado la vida" para perderla en un sótano sin luz. Un funambulista de la legalidad. Su principal estrategia defensiva es el llamado "proceso de ruptura", que consiste básicamente en establecer un diálogo de besugos con la acusación (del tipo: "usted es francés", "no, soy argelino"; "usted es un terrorista", "no, soy un liberador", etc.). Durante un período de casi siete años anduvo desaparecido, aunque con esporádicos retornos a París. Una vez se cruzó con alguien (una mujer) por la calle y para evitar que le fuese con el cuento a todos sus conocidos, le dijo: "Salut, ça va ma grosse?", una expresión tan vulgar y tan impropia de él que cuando la persona en cuestión relatase el encuentro quedaría en entredicho y nadie la creería. En suma, la táctica de la ruptura.

Charlotte von Mahlsdorf: heroína de Yo soy mi propia mujer, de Doug Wright, representada por Julio Chávez, magnífico actor argentino, en el Círculo de Bellas Artes, dentro del marco del Festival de Otoño. Charlotte, nacida Lothar Berfelder, fue una de las travestis más famosas de Alemania. Además de "eso", fue delincuente juvenil, anticuaria (coleccionista del gran kitsch alemán), miembro de las juventudes hitlerianas, prisionera luego de los nazis, espia de la Stasi, y propietaria del más famoso (y casi único) afterhours gay de Berlín oriental (sito en su propia casa). Una mujer cortada en dos, como su ciudad, como su país, por el muro del género ("yo soy mi propia mujer", respondió a su madre entre lágrimas cuando ésta le preguntó, ya muy viejita, que todo eso de travestirse estaba muy bien pero que cuándo iba a casarse) y del miedo al aparato del Estado ("¿sabes lo que es el miedo? ¿cómo me iba a negar a colaborar con la Stasi?). Dicen que entre su colección de muebles, convertida luego en museo Gründerzeit (de los objetos cotidianos), había muchos objetos rapiñados a los judíos deportados que fueron obligados a abandonar sus casas... Y el recuerdo de una foto en blanco y negro al final de la obra: la de la propia Charlotte, de niño, "cazada" en el zoo de Berlín (en el Tiergarten) junto a dos cachorros de tigre.

(Tengo dos libros en la mesilla de noche, Crónicas marcianas de Ray Bradbury y Bouvard y Pécuchet de Flaubert; los dos aguardan, pacientemente, su devolución a la librería de casa; son como un manojo de perejil seco... ¿cómo devolverles su dignidad? ¿cómo restituirles su frescura, su promesa? ¿cómo conjurar su rayo verde?).

(Concluido ahora)

lunes, noviembre 03, 2008

La muerte helada

De todas las imágenes extraordinarias que nos ofrece Herzog en su último documental sobre la Antártida (Encuentros en el fin del mundo), descolla una especialmente terrible: la del pingüino desorientado que, alejado del grupo, se dirige hacia la inmensidad feroz del continente, en dirección opuesta a donde está el alimento... ahí lo vemos un buen rato, tierra adentro, pequeño y solitario, caminando con la alegre inocencia de un charlot del reino animal, tropezando y volviéndose a levantar, ridículo ante el ejército de montañas blancas que taponan el horizonte, resbalando de forma inevitable hacia la muerte. Por más que alguien piadoso lo hubiese reinsertado en el grupo, se hubiese vuelto a extraviar, hasta caer desfallecido sobre la nieve. ¿Cómo cae un pingüino sobre la nieve? ¿Boca arriba? ¿Boca abajo? (Robert Walser cayó boca arriba, a escasos metros del hospital psiquiátrico de Herisau donde pasó, pequeño y solitario, los últimos años de su vida. Una caminata matutina, huellas de bota sobre la nieve y, plaff, un sepulcro eterno, hecho a medida del cuerpo. Los niños que lo encontraron aquella mañana, día de Navidad, nunca olvidarían sus ojos abiertos, como tratando de arrancar del cielo la respuesta a la pregunta inescrutable)... Lo más sobrecogedor del pingüino de Herzog es su alegría, su inconsciencia, su locura. Esa forma incorregible, torpe y desbocada (como los primeros pasos de un bebé) de dar sentido a lo inevitable.

sábado, noviembre 01, 2008

El imperio del directo

(...) La televisión de hoy fomenta todas las transformaciones posibles. Por eso he calificado la postelevisión, jugando con las palabras, de transformista. Transformista en el sentido cabaretero del término: el gusto por el disfraz, la parodia, los dobles, el juego con el rol (incluso el sexual). Transformista, también, por esa capacidad que tiene el medio de deformar la realidad hasta llegar a lo grotesco y llevarla hacia los límites de lo fantástico.
¿Es ésta una nueva versión de "lo real maravilloso", una visión que, partiendo de la realidad, la amplifica, manipula, transforma en su doble? Con ello se diluyen las fronteras entre lo informativo y lo ficcional. Más que nunca, la televisión está dividida entre la necesidad de informar y el deseo de espectáculo fomentado por la cultura de masas.
Si todo es posible, nada es real. Todo es posible en televisión -en cuanto construcción de la realidad- porque, en el fondo, nada es real, porque lo que ahí se representa no deja huella, no tiene pregnancia. El imperialismo del directo funda una realidad que se legitima por su propia enunciación.
Sin huella no hay ética de la responsabilidad, porque si la acción no trae consecuencia, invalida cualquier idea de compromiso de cara al futuro. Lo que hago en televisión es del orden de la exhibición: sólo vale en el marco del medio, se sitúa al margen del mercado social del valor. Entonces ya no operan los valores sociales. No compromete, me exime de responsabilidad y me saca de toda lógica de la acción. No imperan los valores al uso y ya no choca el escándalo (lo que es de cariz accidental): ya no hay ni valores estéticos (bello versus feo, desbancados por lo freak) ni éticos (bueno versus malo, suplantados por lo performativo, la capacidad de crearse una imagen por los medios que sea), ni siquiera morales (dignidad, recato, honor, integridad se borran y dejan paso a códigos de sustitución: la competencia práctica, el valor de uso del medio, la capacidad de desenvolverse en él), ni tampoco valores simbólicos (en cuanto al estatus de veracidad de la realidad), lo que rompe con el pacto de verosimilitud que une espectador y realidad representada.
El simulacro impera y también lo que podríamos llamar lo increíble. ¿La televisión como nueva expresión de lo virtual? La televisión, en todo caso, como huida hacia adelante, que a menudo deja la realidad atrás...
La televisión ha llegado a ser un mundo de relaciones "líquidas" (Bauman) donde se diluyen las categorías, en particular las que fundan la representación moderna -realidad versus ficción- con inquietantes derivas hacia lo grotesco. De ahí la moda de lo friki como estética de la deformación, atracción hacia lo cutre, lo estrafalario, fascinación por lo monstruoso (freak en inglés).
¿Habrá que concluir que se ha salido de la realidad? Y que, frente a la carencia de lo real, a su dilución, fabrica su propio antídoto, una realidad ex profeso, que se complace en lo especular y lo hiperrreal y procede mediante una licuefacción de las identidades.
"Bienvenido al desierto de lo real", decía Morfeo en Matrix, frase premonitoria que podríamos adaptar así a la postelevisión: Bienvenido al desierto de lo hiperreal...

Extracto del artículo Bienvenidos al desierto de lo hiperreal, de Gérard Imbert, publicado en El País del Día de Todos los Santos de 2008

jueves, octubre 23, 2008

Paradoja

Acababa de apagar un cigarrillo cuando se le cruzó el siguiente desafío autoimpuesto: "si no enciendes otro cigarrillo antes de que el reloj del ordenador marque las 18:30, morirás joven". Cuando el mechero hizo clic y aspiró una primera calada que sabía a última, el reloj marcaba todavía las 18:29. La maldición se deshizo en una nube de humo.

jueves, octubre 16, 2008

Carcajada

"Precisamente en el Seminario XVI Lacan cita un párrafo de El capital (tercera parte, capítulo V: “El trabajo y su valorización”), donde Marx explica su concepto de plusvalía a partir del relato de una escena donde un empresario intenta convencer a un obrero acerca de las bondades del sistema capitalista. Mientras argumenta que así como él pone la plata el obrero aporta su fuerza de trabajo, el hombre de negocios es asaltado por un rapto de irrefrenable risa: cuestión que Lacan aprovecha para homologar la plusvalía con lo que eligió llamar el “plus de gozar”: ese exceso de satisfacción libidinal absolutamente singular que, sin embargo, el sujeto obtiene en forma oscura y silenciosa a través del lazo social".
Apunte extraído del artículo "Marx, la risa y la crisis" de Sergio Zabalza para Página12

martes, septiembre 23, 2008

Mediodía

La pared del fondo estaba completamente ocupada por una librería compuesta por piezas irregulares en ébano de Macasar, llena de primeras ediciones procedentes de París, Londres, Venecia o Buenos Aires. Aquí y allá, delante de los libros, se habían colocado distintas piezas de cristal de Murano y de cerámica del sur de Francia y de Manises. A una distancia prudencial de la librería (la justa para permitir el paso de una persona), sobre una alfombra de pelo de cabra, estilo afgano, había una consola art deco fabricada en caoba y pergamino, que vista frontalmente simulaba un anillo cuyo engarce hubiese sido cortado horizontalmente por una piedra lisa y amarillenta: la tabla. Sobre ésta, delante de un jarrón lleno de hortensias frescas - una combinación desenfadada de rojos y violetas - descansaba un enorme table book: "Piero della Francesca - A Mathematician's Art".
El resto de las paredes estaban pintadas de color leche manchada. A la izquierda, dos grandes ventalanes holandeses (entre los cuales se había situado un antiguo bargüeño que había sido propiedad de los duques de Medina-Sidonia), dejaban pasar la luz. Debido al día lluvioso, el interior estaba salpicado de manchas grisáceas y volátiles... En el rincón derecho situado junto a la puerta de entrada, de madera oscura bruñida, había una espineta italiana del siglo XVII, un juangris en el que destacaba una guitarra, un kandinsky de la etapa figurativa, una copia neoclásica de una copia romana de un original griego (que representaba a Mercurio) y una lámpara Empire, de la casa Foscarini. Al otro lado, delante de un biombo japonés de hacia 1900, formado por cuatro paneles que representaban el monte Fuji, mantenían un íntimo diálogo dos butacas descalzadoras estilo Luis XV, diferentes la una de la otra (y tapizadas en seda beige con dibujos multicolores en forma de flores-pelusa o de lámparas Sputnik). A la altura del tronco humano, en cada lienzo de pared situado junto a la puerta de entrada, se habían colgado sendos espejos barrocos, lacados en negro.
Del plafón central, con estucos, colgaba un gran móvil de Calder. Se había prescindido de la luz cenital y, aparte de la lámpara de pie antes mencionada, sólo había dos lámparas de mesa -iguales y modestas- a cada lado del sofá, en mesitas auxiliares Chippendale. El tresillo, situado frente a los ventanales, estaba formado por piezas distintas: un gran sofá capìtoné de cuero negro estilo Chesterfield y dos sillones, uno de Alvar Aalto y otro de Jean Prouvé. Una mesita de café (años veinte) arbitraba el conjunto, perimetrado por una alfombra rectangular de pelo corto en color azul pacífico. Este lado de pared estaba plantado de decenas de pequeños grabados, en su mayoría antiguos, enmarcados de forma caprichosa.
A pesar de la disparidad de estilos, la estancia resultaba armoniosa.
La lluvia fue amainando y un rayo de luz cargado de partículas de polvo tropezó de golpe con una de las escasas lozas que dejaban ver las alfombras. El agua se escurría con lentitud por los cristales. Los pájaros retomaban su piar... La sonería Segundo Imperio de un reloj (¿de sobremesa?) que no consiguió ubicar le hizo recordar que habían dado las doce del mediodía.

miércoles, septiembre 17, 2008

Microrrelato

Le dijo con ojos amenazantes: "si me matas, mi fantasma te perseguirá hasta que te ahogues en tu propio miedo".
Entonces, aterrorizado, bajó el cañón del arma y salió disparado de la escena.

lunes, septiembre 08, 2008

Recuperación

A veces uno choca tan fuerte contra su propio fondo que sólo le queda tomar impulso...
Necesito renacer. Ser otra persona. Destilar lo mejor de mí y seguir hacia delante...
Durante un tiempo pensé que necesitaba estar enfermo para enfrentarme a una buena convalescencia.
Ahora sé que estoy enfermo.
Toca recuperarse.

lunes, agosto 25, 2008

Vita brevis, ars longa

"Amadeo Salvatierra, calle Venezuela, cerca del Palacio de la Inquisición, México DF, enero de 1976. Todos la olvidaron, menos yo, muchachos, les dije, ahora que estamos viejos y que ya no tenemos remedio tal vez alguno se acuerde de ella, pero entonces todos la olvidaron y luego se fueron olvidando a sí mismos, que es lo que pasa cuando uno olvida a los amigos. Menos yo. O eso me parece ahora. Yo guardé su revista y guardé su recuerdo. Mi vida, posiblemente, daba para eso. Como tantos mexicanos, yo también abandoné la poesía. Como tantos miles de mexicanos, yo también di la espalda a la poesía. Como tantos cientos de miles de mexicanos, yo también, llegado el momento dejé de escribir y de leer poesía. A partir de entonces mi vida discurrió por los cauces más grises que uno pueda imaginarse".

Roberto Bolaño, Los detectives salvajes

sábado, agosto 09, 2008

Pinacoteca

Y entonces pensó en todos aquellos cuadros destruidos, perdidos, arrumbados, olvidados...
En los cientos que se quemaron durante el incendio del viejo alcázar real de Madrid, entre los que se encontraban obras mitológicas de Velázquez realizadas para decorar el Salón de los Espejos y de las que sólo ha sobrevivido el Mercurio y Argos del Museo del Prado; en aquellos que se hundieron en el mar mientras viajaban de un país a otro a bordo de antiguos galeones mercantes y ahora descansan (hinchados y desvaídos) en el lecho de los océanos; en aquellas obras que causaron impresión en el pasado y de las que hoy sólo se sabe por copias; en esas otras de segundo orden anteriores a la invención de la fotografía que ni siquiera se copiaron y perecieron como los dinosaurios, cuyo recuerdo se reduce a cuatro palabras descriptivas de algún que otro inventario; en el fresco de la Battaglia di Anghiari, de Leonardo, copiado en el siglo XVII por Rubens y posiblemente escondido tras los murales de Vasari que hoy adornan el Salón de los Quinientos del Palazzo Vecchio de Florencia. También pensó en las autorías olvidadas por el tiempo, como la de Sofonisba Anguissola, una de las pocas mujeres pintoras del pasado, caída en desgracia y cuyas obras se fueron atribuyendo a varios de sus colegas (masculinos) coetáneos; en aquellas que fueron mal catalogadas porque carecían de firma; en aquellas que el capricho de reyes y embajadores equivocaron a voluntad en su afán por poseer a aquellos maestros que en su época estaban de moda. Y pensó en la diáspora, en saqueos como los de las guerras napoleónicos (la francesada, que dijeron en España) que hicieron que obras tan celosamente custodiadas como la Venus del Espejo acabasen acuchilladas por una sufragista en la National Gallery de Londres; en las transacciones comerciales que hicieron viajar de mano en mano algunas obras que todavía conservan el nombre de sus antiguos propietarios, como la Madonna de la casa de Alba de Rafael (hoy en la National Gallery de Washington) o el Tondo Taddei de Miguel Ángel (en la Royal Academy de Londres); en la Cocina de los ángeles de Murillo, substraída de algún convento sevillano por los franceses y hoy en las salas de pintura española del Louvre; en las famosas almonedas del malogrado Carlos I de Inglaterra y de la impar Cristina de Suecia, que sirvieron para engordar la incipiente colección de la zarina Catalina I de Rusia o la ya crecida de Felipe IV de España, el rey Planeta; en los claustros románicos trasplantados a América por los nuevos magnates ansiosos de dar "antigüedad" al Nuevo Mundo, auténticos out-of-place-artifacts...
Y fue en ese momento cuando se plegó con amor ante la pintura antigua, tan cercana, tan lejana, llena de miradas, plagada de ojos disecados que exhortan desafiantes nuestro cuidado, interrogándonos sobre su paradójica naturaleza, débil y perdurable a un tiempo.

viernes, agosto 01, 2008

Crisis

Me comenta mi hermano dos nuevos conceptos con los que enfrentar la crisis económica y el impago al que te someten muchos proveedores:

Borrachera de pobreza...
y morosidad mórbida...

No he podido parar de reirme.

jueves, julio 31, 2008

Los veranos de hace 15 años

El olor de la dama de noche.
El sonido de los aspersores girando como derviches bajo el silencio de la noche.
El césped recién cortado.
El cloro de las piscinas y mi fascinación por su bella iluminación noctura.
Kouros, de Yves Saint Laurent.
Sergio, Hugo, la poesía.
Chicos, de Luis Antonio de Villena.
Mis primeros paseos en moto.
Paris, mon amour.
La desidia del propio cuerpo.
Ensoñaciones, de Marcel Proust.
Las conversaciones sobre un banco de madera a altas horas de la madrugada.
Mis primeros cigarrillos.
La pesadez de las siestas.
Mis idas y venidas a la enciclopedia Espasa Calpe.
El perfume de los geles Legrain.
Todo Oscar Wilde.
Las camisas de seda baratas.
El enamoramiento como actitud.
Los coleccionables de museos del mundo.
El océano del futuro.
Mozart y U2.
Las barbacoas.
Licor 42 con piña.
El crepitar de las cigarras...

Así recuerdo los veranos de hace media vida...

miércoles, julio 23, 2008

El modisto de Eva Perón

"Yo supe del miedo a pasar por una esquina en donde había dos o tres muchachos juntos, por conocidos que fueran. Supe del miedo al grito de burla desde los autos. Supe del miedo de la película que se cortó y de las luces que se encienden y los gritos de los muchachos desde el gallinero —ahora le dicen pullman—. Supe del asco de las propuestas apenas atendidas en las sombras de la noche, supe de la bronca de la voz atiplada al verme pasar, de los codazos, de las sonrisas sobradoras. Pero me sentía puro”. Y para responder a una frase mataputo de Zully Moreno la alecciona: “¿Sabe usted, mi amor, que todo lo que usted pregona, que todo lo que usted compra en París, está inventado por gente así? Perfumes y sedas, zapatos y abrigos, estampados y cremas. Ya ve como usted necesita de los homosexuales y no ellos de usted”.

Fragmento de la autobiografía de Paco Jaumandreu, extraída de SOY

domingo, julio 13, 2008

Queen Kong

"Lo mejor de NY ha sido también lo peor: la enorme diferencia de escala entre una mujer sola y la ciudad (...) La ciudad es bella y poderosa, las luces tienen una doble proyección en el cristal y en el agua. Lo espectacular choca con la precariedad de las tuberías, paredes, calefacciones (...) El trato con las personas es lo que más me costaría definir, pues tienen otras formas de cortesía. Son tan cordiales, positivos y anglosajonamente activos que a veces tienes la sensación de que nadie te quiere (...) Se echa un poco de menos a los viejos, es mi secreto, parece que llegado cierto punto, todos se escapan a Florida. Aunque ya he descubierto un bar de emigrantes italianos de la primera generación que todos parecen ser tan deliciosamente cascarrabias como mi padre".

C. Campos, extractos de una carta redactada en Nueva York el 15 de diciembre de 2008, enviada meses más tarde, junto con otra más reciente, desde Sevilla

sábado, julio 12, 2008

Condicionados

El otro día, B., una amiga, durante su visita a casa nos cuenta una historia.

Preparando un examen para sus alumnos (B. es profesora de psicología en la universidad) redacta la siguiente pregunta:

"Cuando Pepito era niño un saltamontes se le posó en la camisa y su madre dio un grito de espanto y salió corriendo. Desde entonces, a Pepito, cada vez que ve un saltamontes, se le acelera el corazón. Señala los componentes del condicionamiento producido:

a) El Estímulo Incondicionado (EI) es el grito de la madre.
b) El Estímulo Incondicionado (EI) es ver el saltamontes.
c) El Estímulo Condicionado (EC) es el grito de la madre.
d) La Respuesta Condicionada (RC) es el grito de la madre".

Al parecer, la respuesta correcta es la a). Estamos ante un proceso típico de Condicionamiento Clásico (CC), forma de aprendizaje asociativo estudiada por primera vez por el fisiólogo ruso Paulov y sistematizada posteriormente por el psicólogo conductista Watson, de Estados Unidos. El CC consiste en que un estímulo inicialmente neutro, por asociación con otro que no lo es, termina provocando la misma respuesta que el segundo. En el famoso ejemplo del perro de Paulov, el animal salivaba (Respuesta Incondicionada, ya que no está condicionada a ningún aprendizaje previo) cuando se le acercaba la comida. Pero Paulov empezó a tocar sistemáticamente una campana segundos antes de llevarle al perro su comida. Al cabo de un tiempo el perro empezó a salivar con tan sólo oír el ruido (inicialmente neutro) de la campana. Momento en que se produce el aprendizaje. El ruido de la campana sería el Estímulo Condicionado y la reacción de salivar al oír la campana la Respuesta Condicionada. En el caso de Pepito, la visión del saltamontes (en principio neutra) al asociarse con el grito de la madre (que, en tanto que fuerte ruido, sobresalta al niño y por tanto es un Estímulo Incondicionado) pasa a convertirse en un Estímulo Condicionado provocando en el niño una Respuesta Condicionada (el miedo a los saltamontes).

La anécdota de toda esta historia es que a B., al día siguiente, estando con su hijo en su casa de la playa, le aconteció exactamente la misma situación (saltamontes incluido) que había inventado para el examen. Y con su grito condicionó una nueva fobia en el niño. La fobia a los saltamontes.

Estos días de rodriguez (F. está en Francia visitando a su hermana y sobrino) en que uno se queda en su espacio habitual pero frecuenta otras costumbres (como la de hacerse la comida y almorzar solo) pensaba yo en la fobia que muchas personas sienten, condicionadas por la vida en pareja, cuando se quedan solas. Su soledad no es distinta de la que sentían antes de estar en pareja, sin embargo, al estar ahora asociada a la pérdida de su pareja, queda condicionada por ésta. Dependencia, arquitectura de la condición, condicionamiento de la cultura, proyección infinita de un espejo enfrentado a otro, espejismos, travesía de lo real a lo imaginario y de lo imaginario al orden simbólico... ¿psicoanálisis?

Toda esta asociación de ideas me surgió la pasada noche, durante un breve momento de insomnio. Hoy, al plasmarla por escrito, me he dado cuenta de que las piezas pertenecen a puzles distintos.

De todas formas, nunca me ha gustado demasiado la psicología conductista. El día está nublado. Ute Lemper me acompaña con sus canciones antiguas.

viernes, julio 11, 2008

Direccionario

calle del Cardenal Cisneros, de Alhamar, Conde de Ybarra, Aribau, rue du Vertbois, plaza Cataluña, calle Trinidad, Aljibe de Trillo, Correduría, antigua Dr. Letamendi, calle del Barril, Alberto Lista, Lavadero de las Tablas...

¿Algún acrólogo o cabalista podría indicarme qué dirección vital esconden todos estos nombres?

miércoles, julio 09, 2008

Sin título

Hace un tiempo, no mucho
Repasabas con dedos temerarios
El marco laqueado de la historia.
Te colgabas del césped primerizo,
La piscina a la vista,
Y ponías el mundo boca abajo.

Controlabas el vuelo, la risa y el conjunto.
Las camisas, los dados, la pauta de los viernes.
Acaecía todo con un aura magnética,
Con paso decidido, con certeza de santo.
Eso al menos creías.

Ahora pendes de un hilo,
Ensartado de forma lastimosa.
Estás desconectado,
Cual gorrión herido detrás de la nevera,
Tropezando, tosiendo,
Recogiendo migajas y pelusas,
Los dedos siempre sucios
Porque la mezquindad ajena
Multiplica por dos la tuya propia.

Elaboras conjuros para luego correr a deshacerlos
Nivelando los cuadros que se tuercen,
Ahuyentando las ráfagas, los ecos,
Los derrames de tedio,
El siniestrado borde del oráculo.

De forma inadvertida,
Sin apenas notarlo,
Te has dejado caer en el aparatoso hueco de la angustia,
Una bella vitrina,
La hornacina que dejaron vacía los dioses en su huida.

El miedo encaja siempre como un guante.
Cómo no declinar -sin que asome la duda-
La enrojecida luz de tu archivo de errores
En pro del mal de ojo, de las malas argucias,
De la malevolencia ambiente.

Álvaro Ll. F.

Propósito

Escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir, escribir....
hasta enterrarlos en el mar.

jueves, julio 03, 2008

Esquizoanálisis (o "alla S. J. Parker")

Entonces, en mitad de la sobremesa, tuvo la peregrina idea de comparar los estadios del deseo y el amor con la relación que uno mantiene con unos zapatos. El flechazo sería parecido al deseo irrefrenable que nos produce observar unos zapatos que nos gustan tras un escaparate, aislados en su unicidad, marcados por su cotización de tres cifras, nuevos y recién descubiertos. El amor sería más complicado de describir: aquellos zapatos tendrían un lugar privilegiado en nuestros rompecabezas de citas importantes, un halo de fetiche concedido por nuestras supersticiones, el molde de nuestros pies, un sinfín de recuerdos, mucha cotidianidad olvidada... y un espacio en nuestro oscuro zapatero. Luego, mientras traían la cuenta a su mesa, pensó en el horror que le producía ver zapatos usados en las ferias o los mercadillos de segunda mano... ningún otro objeto conservaba mejor la huella de su antiguo propietario. No, definitivamente, jamás podría enamorarse de una persona conocida. Para ella, las flechas de Cupido marcaban inevitablemente la dirección de lo inexplorado...
Al salir del restaurante, sola, el vino de la comida se mezcló con el calor de la tarde y sintió un enorme sopor. Buscó alivio en una de las muchas tiendas con horario ininterrumpido que había en la zona. El aire acondicionado estaba a tope. Era el primer día de rebajas. Pensó en la mercancía, en sus precios a la baja, en la necesidad que tenían sus actuales propietarios de deshacerse de ella, de crear necesidad en otros, en el deseo, en el capitalismo, en el consumo...
Cuando estaba a punto de despatarrarse, dejándose caer suavemente con el bolso contra el estómago, haciendo tintinar la fila de perchas que había a sus espaldas, tomó conciencia de lo ridículo de todo aquello y salió recompuesta hacia su casa...
La tarde resplandecía como un metal precioso. Las calles estaban repletas de gente guapa, pero había algo en sus movimientos, en su actitud, que resultaba inquietante. Parecía como si una mano invisible las removiese con ansiedad, buscando entre ellas la mejor mercancía que llevarse a casa.

domingo, junio 29, 2008

Fútbol y barbarie

Final de la Eurocopa entre España y Alemania.
En la calle, hordas de heteruzos y heteruzas gritando y montando follón. Pitidos, petardos, coros y bocinazos. España va ganando... 1-0. Te imaginas lo que será la calle si gana la selección... un auténtico infierno... Te quedan cinco cigarrillos pero los racionalizas... Todo menos bajar al infierno... sientes miedo...
En un arrebato de brujería a lo Maléfica la de Disney (un personaje que adorabas cuando niño porque era elegante y malvada, y podía convertirse en dragón) pones a todo volumen El clave bien temperado de Bach, a ver si de esta forma conjuras algún tipo de maldición y España pierde. Bach no sólo era alemán (eso es lo de menos). Simboliza la supremacía de la cultura sobre la barbarie...
Tú odias el fútbol. Porque el fútbol no es sólo un juego inocente de hombres. Es todo un campo semántico del terror heterosexista. Representa como pocas cosas la prerrogativa heterosexual. Es uno de los rituales bautismales paradigmáticos del Imperio Hetero... un auténtico asco: la barbarie, tal cual.
Mientras cierras las ventanas y escuchas a Bach, te acuerdas de la frase de Benjamin inscrita sobre su tumba en PortBou y que dice más o menos: "toda obra de la civilización es a su vez un vestigio de la barbarie"...

miércoles, junio 25, 2008

Leal Souvenir

Manos enguantadas, monedas con efigies acuñadas, arquitectos, sastres, músicos, Isabel Clara Eugenia, nomeolvides en el ojal, distracción en la sonrisa, mirada melancólica, Van Eyck, Giorgione, caobas, negro satinado de las telas de la nobleza, reflejos en un espejo, azul Tiziano, perros de interior, caballos, regalos nupciales, la dama del armiño, turbantes, perspectiva di sotto in sù, fiereza de estirpe, archiducados, burguesía naciente, ancianos y niños, vanitas, anamorfismo, Holbein el Joven, embajadores, perfiles, ausentes, donantes, trampantojo, Flandes, Giorgio Vasari, De amicitia, una ardilla, una hoja de cardo, Durero, Il Principe de Maquiavelo, recordatorio, Maximiliano I, manos en escorzo, los Gonzaga, Don García de Medicis, postura sedente...
Gran exposición sobre el retrato del Renacimiento.
Hasta finales de verano, en el Museo del Prado.

sábado, junio 21, 2008

Libro de los pasajes

En verano los libros gordos son como las alfombras: molestan. Sin embargo, yo he iniciado el solsticio con un libro grande: Los detectives salvajes de Bolaño. A ver qué tal...
El otro libro al que deseo enfebrecidamente hincar el diente junto a alguna piscina es el Libro de los pasajes, de Walter Benjamin, de reciente aparición en español.
Passagen-Werk, en lengua original, es uno de los libros más fascinantes y esotéricos del siglo XX.
Benjamin se dedicó obsesivamente a su concepción durante sus últimos años de vida. Su suicidio en Portbou en 1940, huyendo de la persecución nazi, impidió que llegase a nosotros en su forma definitiva. La historia del manuscrito es igualmente bizarra: en su huida de París, Benjamin lo dejó a resguardo de Georges Bataille, por entonces director de la Biblioteca Nacional de Francia; sin embargo, no fue hasta 1945 cuando Pierre Missac, que había iniciado desesperadamente su búsqueda, lo encontró arrumbado en la Biblioteca, después de que el propio Bataille le confesase que era él a quien Benjamin le había confiado su custodia. Missac se puso inmediatamente en contacto con Theodor W. Adorno y Dora, la hermana de Benjamin, y en febrero de 1947 se los envió a Adorno a Estados Unidos. ¿Por qué Bataille no se puso en contacto él mismo con Adorno o con Dora Benjamin? ¿Eran aquellos papeles la totalidad de los escritos de Benjamin sobre los Pasajes? ¿Se perdió, se destruyó algo? ¿Cuál hubiese sido su redacción final? Quizás la clave esté en la misteriosa y pesada maleta que Walter Benjamin llevaba consigo cuando intentaba cruzar los Pirineos y que contenía, según sus acompañantes, una posesión "más valiosa que su propia vida". ¿Transportaba Benjamin en aquella maleta la versión definitiva de su Libro de los pasajes? No hay manera de saberlo.
El Libro de los pasajes surge como proyecto titánico de compilación filosófico-histórica del siglo XIX, el siglo del despegue definitivo del capitalismo. El enfoque es claramente marxista, aunque va más lejos: no se trata de exponer la génesis económica de la cultura, sino la expresión de la economía en la cultura. El motivo de la obra es París, capital del XIX, génesis y culminación del nuevo modelo de metrópoli. Son precisamente sus pasajes, galerías comerciales techadas situadas en los bajos de los edificios haussmannianos (donde surgen muchas de las nuevas distracciones de la burguesía) los que darán título al libro.
En su composición Benjamin utiliza el método del montaje: sus páginas son un sinfín de citas (en su mayoría ajenas), ensoñaciones literarias, fragmentos de textos jurídicos o médicos, temas diversos, anécdotas, divagaciones extravagentes e incluso recortes de periódico, cuyo objetivo es radiografiar de la forma más objetiva posible los usos y costumbres de la gran burguesía decimonónica. De ahí que (al menos en el texto -no definitivo- de que disponemos) la traza de Benjamin se note sobre todo en su forma de cortar y pegar, de ordenar dicho collage.
Los temas son los cascotes del gran edificio de la modernidad capitalista: los pasajes comerciales antes mencionados, el poder seductor de la mercancía convertida en fetiche, la cosificación, los grandes almacenes, la moda, el alumbrado público, las barricadas, la construcción de vías férreas, la figura del flâneur (que deambula matando el tiempo por las calles de París), el aburrimiento (gran tema baudeleriano, mal du siècle), el juego, las casas de prostitución, los espectáculos panópticos en boga entonces, las más diversas formas de expresión artística, la mezcla de utopistas y marxistas que auguraban por entonces el porvenir, la bolsa, los autómatas, el caricaturismo de Daumier, la mirada a través de la ventana, el carácter efímero tanto de los libros como de las camisas (a partir de una cita del Balzac, de Curtius), la extraña pasión por la acumulación de bibelots en las casas burguesas, el origen de la publicidad, etc. Si hay una obra literaria que condense como ninguna ese universo metropolitano es En busca del tiempo perdido, de Proust, cuyos tres primeros volúmenes, casualmente, fueron traducidos al alemán por el propio Benjamin.
En definitiva, una obra fundamental, ingente, mitológica, construida a partir de los detritus de la civilización; el inicio de ese pensamiento débil, micro, que ha recorrido toda la filosofía del siglo XX y que ahora algunos positivistas anglosajones o anglófilos se empeñan en ahogar...

viernes, junio 20, 2008

Dasein

Hay días, momentos, en que tu configuración está tan óptima que te gustaría guardarla para, en situaciones futuras de rescate, poder invocarla. No es exactamente la felicidad colmada (menuda patraña). Se trata, más bien, de un "ser-ahí", como decía Heidegger, donde se sitúa tu techo de satisfacción y bienestar. La melancolía se ha esfumado y la ansiedad todavía no ha hecho acto de presencia. Un milagro, como el rocío de la mañana.
Los sistemas operativos disponen de una función que sirve para guardar configuraciones óptimas a las que poder volver en caso de fallo del sistema. Son los puntos de restauración.
Sería tan estupendo disponer también de ellos. Pero el tiempo se confunde con nuestra existencia. Imposible anclarlo. Estamos "arrojados a la existencia".
Sólo nos queda esperar. Esperar a que se produzca de nuevo el conjuro.
Un viernes como éste, quizás, tan caluroso, tan hermoso...

jueves, junio 19, 2008

Park Lane

Llegamos tarde a la estación de Paddington...
El hotel estaba situado en una de esas casas victorianas o georgianas construidas en hilera...
No había un alma en la calle. Sólo la broza propia del otoño...
Como nuestra habitación estaba en reformas nos pagaron un taxi hasta otro hotel similar de la misma cadena situado al otro lado del parque...
Ahí ibamos, en ese escarabajo negro, bajo la noche mal iluminada de esa zona de Londres, descubriendo las fachadas que nos dejaban ver las copas de los árboles...
Sonaba The Carpenters...
¿Te acuerdas?

sábado, junio 14, 2008

Principios de siglo

"En el comedor reinaba el solemne silencio que es el orgullo de los grandes hoteles. (...) Los camaremos caminaban en silencio. Sólo se escuchaba el tintineo de los servicios de té y algunas frases a media voz"
Thomas Mann, La muerte en Venecia

Pequeñas figuras sin paisaje

El último libro de Beatriz Preciado es una decapitación, fascinante y repugnante a un tiempo, como lo eran las páginas de ese otro libro, misterioso, que Lord Henry Wotton presta a Dorian Gray a mitad de la novela de Wilde (¿el À rebours de Huysmann?). Hay libros tóxicos como drogas...
En cualquier caso, se trata de un texto fundamental, apocalíptico e integrado. Quizás el mejor libro de filosofía escrito en español en mucho tiempo. El material puramente teórico está compuesto por explosivos: desde el rizoma de Deleuze y Guattari al imperio y la multitud de Negri y Hardt, pasando por el performativo de Butler, la biopolítica de Foucault e incluso la potentia de Spinoza. Luego está la poética de lo que ella misma, en honor al amigo muerto, Guillaume Dustan, denimina autoficción: la del plástico de los dildos de gran calibre, la del vampirismo sidíaco del bareback y el serosorting, la de las travesías en coche por la Camargue, enamorada de Virginie Despentes, como si estuviesemos dentro de una versión posmoderna y tecnológica de algún cuadro del aduanero Rousseau, la de las habitaciones de hotel del XVIIIéme arrondisement con Star Academy sonando en la tele...
Sin embargo, al contraponerme con el libro, he sentido una leve disensión, relacionada sobre todo con cierto poso de rencor: todo es cierto, pero está re-sentido, sentido a doble intensidad, un tanto deformado, como cuando se te asienta la comida y todo queda impregnado de ese sabor a quemado. Me gustaría preguntarle a Beatriz cómo es su día a día, si no siente piedad por los que están equivocados o alienados, si nunca se ha reído de cosas obvias, si alguna vez se ha emocionado viendo una película clásica de Hollywood, cómo se siente cuando vuelve a casa de sus padres en Burgos, si le gustan las flores, si sonríe a los dependientes de las tiendas donde va de compras, qué compra hace en el súper, si tiene amigos heteros, si tiene amigas heteros... en fin... que soy yo el que resulta ridículo con estos planteamientos.
De algún modo siento como si hubiese vuelto a la Casa del Padre, para quedarme en sus habitaciones más sombrías, para siempre...

viernes, junio 13, 2008

Gran paisaje sin figuras III

"Así que no me alejé de Nueva York cuando vine a vivir a París, sino que fui sin saberlo a habitar a una banlieu al este del imperio farmacopornográfico en la que se habla francés. (...) Nueva York no es un lugar; es, por decirlo siguiendo a Spivak, un régimen de traducción cultural. Así que paradójicamente, fue cuando me alejé de Nueva York cuando empecé por primera vez a habitar la ciudad. Este modo de pensar el mundo como una única ciudad difusa interconectada con centros de intensidad, circuitos de circulación de capital, cuerpos e información, zonas de alto confort y zonas pauperizadas, espacios distantes de producción y de deyección de detritus materiales y simióticos puede acercarnos a pensar la estructura geopolítica actual, como ya lo han hecho Negri y Hardt y, de otro modo, James Petras y Henry Veltmeyer, de acuerdo al modelo del Imperio romano de Constantino. Vivimos en una suerte de Edad Media punk, de alta edad cybergótica sin que hayamos todavía comprendido las consecuencias de semejante revival histórico en este punto de autodegeneración de la especie".
"Para el Freud lector de la psicopatología moral de Krafft-Ebing, la masturbación, y la producción química que ésta implica, es el modelo de toda adicción (carta 79 a Fliess). El alcohol, el tabaco, la morfina y la cocaína son sustitutos masturbatorios, prácticas exógenas de producción de excedentes de toxicidad química en el cuerpo. Poco importa si la sustancia es inoculada en el cuerpo desde el exterior o si es producida por el cuerpo mismo. En todo caso, no hay libido sin toxicidad. La sexualidad, como la ingestión de psicotrópicos, es la búsqueda de la producción de un estado de intoxicación neuronal".
"La droga es la metrópolis moderna, su producción, su tráfico y su consumo refleja los circuitos de tráfico colonial, los procesos de sublimación y de fantasmagoria propios de la modernidad industrial farmacopornográfica".
"Durante los años que habito en la ciudad de los muertos vivientes, para luchar contra una soledad endémica, me acojo a un sistema de aprendizaje y construcción de técnicas identitarias que, ahora lo sé con toda seguridad, me ayudará no sólo a sortear la depresión propia de la metrópolis, sino que acabará constituyendo una disciplina del alma, como Los Ejercicios de San Ignacio de Loyola en mi infancia, que me permitirá resistir después a la decepción política, al desamor o incluso a tu muerte".
"Al empezar este libro administrándome testosterona (en lugar de comentando a Hegel, Heidegger, Simone de Beauvoir o Butler), he querido decapitarme, cortar mi cabeza modelada con un programa cultural de género, seccionar una parte del modelo molecular que me habita. Este libro es la huella que deja ese corte".
Beatriz Preciado, Testo Yonqui.

Gran paisaje sin figuras II

"Algunos códigos semiótico-técnicos de la feminidad pertenecientes a la ecología política farmacopornográfica:

Mujercitas, el coraje de las madres, la píldora, cóctel hipercargado de estrógenos y progesterona, el honor de las vírgenes; La bella durmiente, la bulimia, el deseo de un hijo, la vergüenza de la desfloración; La sirenita, el silencio frente a la violación; Cenicienta, la inmoralidad última del aborto, los pastelitos, saber hacer una buena mamada, el Lexomil, la vergüenza de no haberlo hecho todavía; Lo que el viento se llevó, decir no cuando quieres decir sí, quedarse en casa, tener las manos pequeñas, los zapatitos de Audrey Hepburn, la codeína, el cuidado del cabello, la moda, decir sí cuando quieres decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, la manicura, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer ruido, el algodón inmaculado y cancerígeno del Tampax, la certitud de la maternidad como lazo natural, no saber gritar, no saber pegar, no saber matar, no saber mucho de casi nada o saber mucho de todo pero no poder afirmarlo, saber esperar, la elegancia discreta de lady Di, el Prozac, el miedo de ser una perra calentona, el Valium, la necesidad del string, saber contenerse, dejarse dar por el culo cuando hace falta, resignarse, la depilación justa del pubis, la depresión, la seda, las bolsitas de lavanda que huelen bien, la sonrisa, la modificación en vida del rostro liso de la juventud, el amor antes que el sexo, el cáncer de mama, ser una mantenida, que tu marido te deje por otra más joven...

Algunos códigos semiótico-técnicos de la másculinidad pertenecientes a la ecología política farmacopornográfica:

Río Grande, el fútbol, Rocky, llevar los pantalones, saber dar una hostia cuando es necesario; Scarface, saber levantar la voz; Platoon, saber matar, los medios de comunicación, la úlcera de estómago, la precariedad de la paternidad como lazo natural, el buzo, el sudor, la guerra (aunque sea en su versión televisiva), Bruce Willis, la Intifada, la velocidad, el terrorismo, el sexo por el sexo, que se te levante como a Rocco Siffredi, saber beber, ganar dinero, Omeoprazol, la ciudad, el bar, las putas, el boxeo, el garage, la vergüenza de que no se te levante como a Rocco Siffredi, el Viagra, el cáncer de próstata, la nariz rota, la filosofía, la gastronomía, tener las manos sucias, Bruce Lee, pagar una pensión a tu ex mujer, la violencia doméstica, las películas de horror, el porno, el juego, las apuestas, los ministerios, el Gobierno, el Estado, la dirección de empresa, la charcutería, la pesca y la caza, las botas, la corbata, la barba de dos días, el alcohol, el infarto, la calvicie, la fórmula 1, el viaje a la Luna, la borrachera, colgarse, los relojes grandes, los callos en las manos, cerrar el ano, la camaradería, las carcajadas, la inteligencia, el saber enciclopédico, la obsesión sexual, el donjuanismo, la misoginia, ser un skin, los serial-killers, el heavy-metal, dejar a tu mujer por otra más joven, el miedo a que te den por el culo, no ver a tus hijos después del divorcio, las ganas de que te den por el culo...".

Beatriz Preciado, Testo Yonqui

miércoles, junio 11, 2008

Gran paisaje sin figuras I

"Si la era dominada por la economía del automóvil se denominó "fordismo", llamaremos "farmacopornografía" a esta nueva economía dominada por la industria de la píldora, por la lógica masturbatoria y por la cadena excitación-frustración en la que esta se apoya. La industria farmacopornográfica es el oro blanco y viscoso, el polvo cristalino del capitalismo postfordista (...) Hardt y Negri, releyendo a Marx, nos han enseñado que durante los siglos XIX y XX la economía global se caracteriza por la hegemonía del trabajo industrial no porque este fuera dominante en términos cuantitavos, sino porque todo otro trabajo se modeliza cualitativamente con respecto a una posible industrialización. Del mismo modo, la producción farmacopornográfica caractería hoy un nuevo período de la economía política mundial no por su preponderancia cuantitaviva, sino porque cualquier otra forma de producción aspira a una producción molecular intensificada del deseo corporal semajante a la narcoticosexual. Así, el control farmacopornográfico infiltra y domina toda otra forma de producción, desde la biotecnología agraria hasta la industria high-tech de la comunicación".

"Durante el día, mi existencia oscila entre la actividad frenética y el vacío total. En los períodos de vacío, paso la mayor parte del tiempo sentada en el sofá. (...) Este sofá podría ser la cama de un hospital psiquiátrico. Eso es lo que es, una delegación doméstica de las instituciones médicas y jurídicas de la República francesa, un país del que ni siquiera soy ciudadana. El sofá es un tentáculo del sistema de control que se ha instalado en mi espacio individual en forma de mueble de compañía. Es un aparato político, un espacio público de vigilancia y desactivación, que tiene la ventaja, respecto a otras instituciones clásicas como la prisión y el hospital, de contribuir a mantener la ficción de que este apartamento, estos cuarenta y siete metros cuadrados cerrados con llave, son mi territorio privado. La paranoia se extiende desde el sofá hasta mi piel. Mi cuerpo podría ser un centro de reclusión a vida (...), un tentáculo del farmacopoder que ahora lleva mi propio nombre".

Beatriz Preciado, Testo Yonqui

martes, junio 03, 2008

Dos poemas dedicados a F.

I

¡Ay, dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros como un guante arrugado?
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa cama,
Y por ímpetu, el empujón del diablo.

Qué es lo que besamos con prisa,
Esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
Pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
Como si lamentara aquello que a nosotros nos falta.

Este pálido, este más que anhelante oído atento
Que oye de la lastimosa boca el suave lamento,
Para marcar la silenciosa y la angustiada caída
De aún otra caliente y deformada lágrima.

Brazos cortos y magullados pies muy separados
Para caminar eternamente con nosotros desde la salida.
¿Ay dios, es esta la razón que amamos
-No son tales cosas golpes mortales al corazón?

Djuna Barnes, ¡Ay, dios mío! (El lamento de las mujeres)

II

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.

Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.

Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.
Allí mis pequeños ojos.

No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!

Federico García Lorca, 1910 (Intermedio) (Poeta en Nueva York)

lunes, junio 02, 2008

No es una ciudad, sino un estado de ánimo

Visita a Sevilla este fin de semana. Solo, después de meses.
El viernes, cena con C., la única persona de Sevilla, junto a mi hermano, con la que había un vínculo real que no se ha roto. Después, vamos al concierto de Rufus Wainwright. Cuando termina su actuación, empiezo a ver a mucha gente. Me paro, hablo con ellos un rato. Luego me voy. Con otros paso más tiempo.
Al día siguiente, solo de nuevo, paseo por la ciudad. La soledad se me clava en la garganta como una espina de pescado. Visito algunas tiendas. Compro La ley del más fuerte, de Fassbinder, en Fnac. También los zapatos de abuelito que le gustan a F.
Me deprime el ritmo de la ciudad. Y su falta de sombra. Hay una luz incómoda, descarnada, miserable.

Il y a cette lumière,
Qui ne s'éteint jamais,
Comme un réverbère,
Comme les feux d'un loquet...

De una manera vaga, echo de menos Madrid. Es la primera vez que me pasa.
Interferencias telefónicas con F.
Doy una vuelta por la Alameda. Parece un lodazal.

Puisqu'au bout de la route,
Il n'y qu'un dessert...

Acompañado por mi hermano y por S., tomo algo en una terraza... es esa hora de la tarde entre perro y lobo, como diría Jane Rhys. Alquilamos una peli, La última noche (25th hour), de Spike Lee. Al día siguiente, domingo, quedo con gente del pasado. Desayuno, almuerzo y café con unos y con otros. A intervalos estoy con mi hermano, en su casa, mi antigua morada. Su vida se me escapa. Asisto a ella con una extraña sensación de asfixia, como cuando una palabra evocadora queda reducida por el contexto a su mínima expresión. Es mi hora veinticinco... el epílogo... apenas hay gente por la calle. Cojo un taxi camino de la estación... pero la luz no se apaga... es sucia y blanca a la vez, y pertenece al reino de los muertos, todo párpados abiertos, eternamente...

Los extractos en francés pertenecen a la canción "Qu'est-ce que ça peut faire" de Benjamin Biolay (Trash Yeyé)

viernes, mayo 30, 2008

The twisted life of saints

¿Quién te escribirá canciones de amor
cuando yo sea Señor al final
y tu cuerpo la capilla blanca de un camino
donde mis sacerdotes por ti rezarán?
¿Quién te escribirá canciones de amor?

Mis sacerdotes te pondrán flores,
se arrodillarán frente al cristal
y hasta gastarán, besando, tu ventana,
pisotearán la hierba.
¿Quién te escribirá canciones de amor?

¿Quién disparará la flecha
que los hombres sigan a través de tu gracia,
cuando yo sea Señor de tus recuerdos
y tu armadura se convierta de encaje?
¿Quién te escribirá canciones de amor?

La simple vida de los héroes,
la retorcida vida de los santos,
siempre confundiendo el calendario solar
con sus pinturas rojas y dorás,
con sus pinturas rojas y dorás.

¿Quién te escribirá canciones de amor?
¿Quién te escribirá canciones de amor?
¿Quién te escribirá canciones de amor?
¿Quién te escribirá canciones de amor?

Enrique Morente y Lagartija Nick, Sacerdotes (Omega), adaptación de la canción Priests de Leonard Cohen

Intersección ruidosa de neumáticos y charcos

Ruidos matutinos de la casa de mis padres: el concierto messiaeniano de los pájaros de la plaza a la que da mi balcón, las cuñas de la cadena Ser en el baño de mis padres, contiguo a mi habitación, el choque que producen los tiradores de metal de los cajones de su dormitorio, el rechinar de las puertas del armario del pasillo, mi padre haciendo gárgaras con el colutorio, el agua de la ducha (mi madre) o de la bañera (mi padre), detrás de mi pared...
Así ha sido desde hace años. El ritual mecánico de cada nuevo día de trabajo.
Recuerdos de cuando vivía aquí, del colegio...
Mi padre que siempre se iba antes... luego mi madre nos levantaba y nos preparaba a mi hermano y a mí para ir a clase... el desayuno mirando a la plaza, las tostaricas, el colacao, el repaso angustioso de la mochila, ¿hoy damos gimnasia?, coches que se acercan a nuestro radio auditivo para luego alejarse, el taconeo de una mujer que cruza la plaza...

Está lloviendo. Me he desvelado. En la cama, siento un deje de frío (siempre se pasa algo de frío en la casa de mis padres). Pero es una incomodidad placentera, como el recuerdo de esos días ya pasados.

miércoles, mayo 28, 2008

Currucato/a

De curro (1. adj. fam. majo, que afecta libertad y guapeza).
1. adj. fam. Muy afectado en el uso riguroso de las modas. Ú. t. c. s.
Diccionario de la Lengua Española (edición electrónica, versión 21.1.0)

lunes, mayo 26, 2008

Le Questionnaire Proust

La tarde del 26 de mayo de 1890, cuando apenas faltaba una hora para que Françoise, la criada, lo llamase a gritos (como era su costumbre) desde el piso principal del número 45 de la rue de Corcelles en socorro de la cena, el joven Marcel Proust, que a la sazón contaba con 19 años y un fino bigote negro que orlaba su boca, equilibrando la desproporción que producía en esa parte de su anatomía el exceso de labio inferior, sacó de uno de los cajones de su cómoda el cuestionario que 6 años atrás descubrió leyendo "An Album to Record Thoughts, Feelings, &c", propiedad de su amiga Antoinette, hija del futuro presidente de la república francesa Félix Faure, documento originalmente en inglés que él mismo había traducido en una separata, pregunta por pregunta, reformulándolo libremente en francés, y se dispuso de nuevo a responderlo. Se sentó sobre la butaca ultramullida cubierta de antimacasares de rosetas de croché, el cuestionario apoyado en un antiguo cuaderno escolar anclado firmemente sobre sus rodillas y, a la sombra de un quinqué, pluma en mano, empezó a copiar las preguntas en una hoja aparte que fechó en la parte superior derecha. A la primera pregunta, "¿Cuál es para usted el colmo de la desdicha?", respondió "Estar separado de mamá" y acto seguido se subió el calcetín derecho con la mano que tenía libre. Seis líneas más abajo, ante la pregunta "¿Cuál es su ocupación preferida?", ajeno a que estaba escribiendo en la separata original que siempre copiaba en un nuevo folio antes de repetir el cuestionario, escribió con bellos caracteres en mayúscula: "AMAR".

sábado, mayo 24, 2008

"Cuando yo era pequeña y vivía en casa de mis padres..."

"Somos cinco hermanos. Vivimos en distintas ciudades y algunos en el extranjero, pero no solemos escribirnos. Cuando nos vemos, podemos estar indiferentes o distraídos los unos de los otros, pero basta que uno de nosotros diga una palabra, una frase, una de aquellas antiguas frases que hemos oído y repetido infinidad de veces en nuestra infancia, nos basta con decir: "no hemos venido a Bérgamo a hacer campamento" o "a qué apesta el ácido sulfhírdrico", para volver a recuperar de pronto nuestra antigua relación y nuesta infancia y juventud, unidas indisolublemente a aquellas frases, a aquellas palabras. Una de aquellas frases o palabras nos haría reconocernos los unos a los otros en la oscuridad de una gruta o entre millones de personas. Esas frases son nuestro latín, el vocabulario de nuestros días pasados, son como jeroglíficos de los egipcios o de los asiriobabilónicos: el testimonio de un núcleo vital que ya no existe, pero que sobrevive en sus textos, salvados de la furia de las aguas, de la corrosión del tiempo. Esas frases son la base de nuestra unidad familiar, que subsistirá mientras permanezcamos en el mundo, recreándose y resuciando en los puntos más diversos de la tierra. De tal forma que cuando uno de nosotros diga: "Distinguido señor Lipmann", la voz impaciente de mi padre resonaría en nuestros oídos: "Dejad esa historia. ¡La he oído ya muchas veces!"

Natalia Ginzburg, Léxico familiar

Un libro delicioso. Como comerse una tarta recién horneada una tarde de lluvia.
Me imagino a su autora, menuda, sentada frente a la máquina de escribir.
Con una rebeca abierta, los pies cruzados bajo la silla a la altura de los tobillos y sacando cada cierto tiempo un pañuelito de la manga de su blusa.

Un libro lleno de comillas, de frases en estilo directo, que sus personajes repiten una y otra vez a lo largo de sus páginas, que van pasando como años del calendario.

Pienso en todo ese léxico que he desarrollado desde la infancia, con mi hermano, con mis padres, con los amigos más tarde, con F. Un léxico secreto, cómplice, que aunque cambiemos de compañías, o precisamente por eso, va creciendo con nosotros.

La congoja de las matemáticas

Muchas veces, para explicar tus descalabros vitales, has recurrido, en última instancia, a la mala suerte. Incluso al mal fario o al mal de ojo (vanidades gitanas).

Pero la suerte no se posee o se tiene.
Más bien, te atraviesa, te roza, te traspasa.
O te ignora.

Y te atraviesa igual cuando te toca la lotería que cuando contraes una enfermedad rara e incurable. Matemática pura.
Sin embargo, es justo que la adjetivemos como buena o mala, porque no puede ser más humana.
Como casi todo, sólo existe desde nuestra perspectiva, por interferencia con nosotros (no por sí sola sino en relación con nosotros).
Y al igual que ocurre con las piedras o los metales preciosos, es su escasez la que la cotiza. Pero esta escasez no se debe a las limitaciones espaciales de la tierra sino a las limitaciones temporales de los que en ella habitamos. De ahí que se nos revele como algo extraordinario.

jueves, mayo 22, 2008

Cactus Concerto

Peu m'importe qu'on t'ai dit n'importe quoi
Peu m'importe ce qu'on raconte sur moi
Peu m'importe que tu vives au Formule Drive
Qu'on t'accostes, on est comme 2 Jackson Five
Peu m'importe que tu es quitté l'Europe
Peu m'importe que tu fasses encore la morte
Peu m'importe qu'on soit 2 crétins ou 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 crétins
A frapper à ta porte, personne
Soudain ivre morte la bonne
Les cheveux coupés raz tu te tiens juste derrière
Je dis "comment ca va?"
Tu dis "qu'est ce que ça peut te faire"
"Je viens de loin pour toi j'ai traversé les mers"
Tu dis "je suis ravie pour toi mais j'ai des trucs à faire,
Ne reste pas là à piétiner mes fougères,
J'ai jamais pu compter sur toi alors garde tes grands airs"
"Je peux dormir dans l'étable?" "Non"
"T'aurais pas un imperméable?" "Non"
Va au diable!
Va au diable!
Va au diable! ...

Benjamin Biolay, Cactus Concerto (Trash Yéyé)

El verano invita a manifestarse.
Y a mandarlo todo al diablo.

lunes, mayo 19, 2008

Supervínculo

De todas las obras de Wilde quizás la más continental sea su Salomé.
Entre otras cosas porque la escribió originalmente en francés pensando en la actriz Sarah Bernhardt.
A mí me tuvo algo obsesionado cuando tenía 15 años.
Iokanaan y la luna. El deseo a toda costa, aunque rueden cabezas.
Ahora escucho una transcripción para piano de la ópera de Strauss basada en la pieza de Wilde.
Tiene el perfume intenso de las flores podridas.
Es lunes y tengo toda una semana por delante. Una parte de mí se levanta con fuerza y perspectiva.
La otra sabe que la batalla está perdida de antemano.

martes, marzo 18, 2008

El silencio después de Bach

Escucho mientras trabajo El clave bien temperado de Bach.
Tanta delicadeza me emociona...
También me trae recuerdos de otras escuchas mías perdidas en la noche de los años.
De una actitud antigua, siempre presta a la delicadeza.
¿Cuándo perdí esa inclinación, casi física?
Me lo pregunto torcido sobre mi ordenador y mi rutina, acurrucado en mi alienación.