Hace un tiempo, no mucho
Repasabas con dedos temerarios
El marco laqueado de la historia.
Te colgabas del césped primerizo,
La piscina a la vista,
Y ponías el mundo boca abajo.
Controlabas el vuelo, la risa y el conjunto.
Las camisas, los dados, la pauta de los viernes.
Acaecía todo con un aura magnética,
Con paso decidido, con certeza de santo.
Eso al menos creías.
Ahora pendes de un hilo,
Ensartado de forma lastimosa.
Estás desconectado,
Cual gorrión herido detrás de la nevera,
Tropezando, tosiendo,
Recogiendo migajas y pelusas,
Los dedos siempre sucios
Porque la mezquindad ajena
Multiplica por dos la tuya propia.
Elaboras conjuros para luego correr a deshacerlos
Nivelando los cuadros que se tuercen,
Ahuyentando las ráfagas, los ecos,
Los derrames de tedio,
El siniestrado borde del oráculo.
De forma inadvertida,
Sin apenas notarlo,
Te has dejado caer en el aparatoso hueco de la angustia,
Una bella vitrina,
La hornacina que dejaron vacía los dioses en su huida.
El miedo encaja siempre como un guante.
Cómo no declinar -sin que asome la duda-
La enrojecida luz de tu archivo de errores
En pro del mal de ojo, de las malas argucias,
De la malevolencia ambiente.
Álvaro Ll. F.