"Yo era muy religiosa, y no es imposible que la confusión con que percibía la identidad de Dios y de su Hijo propiciara mi inclinación por las actividades de cálculo. Dios era la voz tonante que llamaba a los hombres al orden sin mostrar su rostro. Pero me habían enseñado que Él era al mismo tiempo el muñequito de yeso rosa que yo colocaba todos los años en el belén, el infeliz clavado en la cruz ante la cual se reza -sin embargo, uno y otro eran también su Hijo-, y asimismo una especie de fantasma llamado Espíritu Santo. Por último, yo sabía que José era el marido de la Virgen y que Jesús, aun siendo Dios e hijo de Dios, le llamaba "Padre". La Virgen, por su parte, era sin duda la madre de Jesús, pero a veces decían que era también su hija".
Catherine Millet, La vida sexual de Catherine M.