Hoy te has levantado con ese tipo de pensamiento negativo que deberías sacudir de tu cabeza como se sacude un mantel. Estabas pensando en toda esa gente que en tu boda o no te regaló nada o no te regaló "en serio". ¿Hicieron lo mismo cuando los invitaron a cualquier boda heteruza "de ley"? Seguro que no...
Luego, todavía en la cama, te has puesto a pensar en toda esa gente que no te ha dejado pasar ni una... aunque enseguida, has pensado en todo lo contrario, en la gente que te ha dejado pasar una y otra vez, como tú a ellos, y en la gente que te ha ayudado, entendido, acogido, acompañado. Pensamiento negativo desintegrado.
Quizás la culpa de todo la tenga la televisión. El kitsch moral y estético que destila todos los días, cuya fetidez va a acabar con nuestro olfato; el que todo, en ella, se retrate como un suceso (hasta la política); el nuevo anuncio de Telefónica sobre la crisis (no se puede ser más cínico); y luego, fuera de la televisión, pero junto a ella, la especulación inmobiliaria, la desfachatez cultural, los niveles de baratura y chapuza a los que ha llegado este país.
Ayer, ante tanta miseria moral vista fuera y dentro de la tele, te dieron ganas de volver a leer ensayo. Ensayo radical. ¿Laclau, Zizek, Preciado?
Has dudado entre incluir o no esta entrada aquí, en el blog. "Hay demasiadas cosas negativas en mi vida como para incluir una más", has pensado. Sin embargo, hay que confesarse, desnudarse, publicarse.
Tienes muchas ganas de ver Un conte de noël, de Desplechin.