Zambullirte una y otra vez en la lectura, en el sueño. Como un delfín exhausto después de una pirueta dramática.
De nuevo Cheever: "... de modo que no alcanzo a percibir una parte de la mañana, como si el momento tuviese un umbral o una serie de umbrales, y ya no pudiera franquearlos". Aquí, estos días, hay un olor perdido de flores abriéndose que anuncia la llegada de la semana santa. Forma parte de otra vida.
Desatendiendo a mis obligaciones de trabajo, me he hundido en el sofá y me he leído Reencuentro, de Fred Ulhman, de una sentada. Es un libro tan hermoso. En clase nos habían encargado un final, otro final. Supongo que en el mío habrá perdón.
Me siento como un animal con la cabeza gacha lamiéndose las heridas, sin otra actividad que esa.
Necesito dinero. Dinero y tiempo. En este sur de mis dolores, de la precariedad y el fracaso anunciado, del dios dirá... me atenaza el miedo al futuro, a la miseria moral y física, al hundimiento.
Las encias no paran de sangrarme. Siento el sabor metálico de la sangre entre los dientes.
Una tierra que en los días más hermosos del año llena sus calles de vírgenes llorosas y cristos sangrantes... eso es mala suerte.