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En fuga continua de mi propia prisión.

lunes, octubre 04, 2010

La Somnambule

A raíz de un encuentro inaudito que he tenido en los últimos días busco respuesta en mi pequeño devocionario, El bosque de la noche, de Djuna Barnes:

- (...)Tenía como un azul fluido debajo de la piel, como si le hubiesen arrancado la corteza del tiempo, y con ella, todas las transacciones del conocimiento. Una especie de primer estado de la atención, una cara que envejecerá sólo bajo los golpes de la niñez perpetua. Unas sienes, como las de los venados jóvenes cuando les apunta el cuerno, como ojos dormidos. Y esa expresión de la cara que perseguimos como un fuego de San Telmo. Los brujos conocen el poder de los cuernos. Tú encuentra un cuerno donde quieras y sabrás que ha sido identificado. Podrías tropezarte con mil cráneos humanos sin sentir la misma trepidación. ¡Si lo sabrán las viejas duquesas! ¿Has visto a alguna que se presente en público, ya sea en la ópera o en cualquier sarao, sin que le tremolen en la sien plumas, flores, ramitas de avena o cualquier otra fruslería?
Ella no le oía.
-Cada hora es mi última hora - dijo con desesperación- ¡Y no se puede estar toda la vida viviendo una última hora!
Él juntó las manos.
-Incluso la vida contemplativa no es más que un esfuerzo, Nora, hija mía, para esconder el cuerpo de manera que no asomen los pies. ¡Ah, quién fuera el animal que nace al abrir los ojos, sólo va hacia delante y, al final del día, al cerrar los párpados, cierra la memoria!"

Yo estaba acomodado en mi pequeño mundo de cinismo y olvido, de sombras perseguidas aquí y allá tras manipular con ahínco persianas y tornasoles... (Oh, cordero de dios, que quitas el pecado del mundo)... No puedes estallar en mi habitación y llenarla a raudales de luz enceguecedora.

"¿Qué, quién se ha muerto? ¿qué pies asoman por la puerta?" me pregunto con delectación y pánico mientras transito de nuevo por el Réquiem de Gabriel Fauré, el más luminoso de todos... hay pasiones que nacen dolorosamente muertas.

El amor de Eros. Ese pequeña gran calamidad egoísta. Como si no lo supieses.

Entre La decadencia y El kitsch. Entre esos dos capítulos del libro de Calinescu te encuentras en estos momentos. Caras de la modernidad...

Espero que avances rápido. Podrías apuntarte como próxima lectura Verano de Coetzee, por eso de alojarte momentáneamente en otra estación...