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En fuga continua de mi propia prisión.

sábado, enero 10, 2009

Nevada

La nevada de hoy ha ralentizado el ritmo de la ciudad.
La gente deambulaba por las aceras, más vacías que de costumbre, como niños con los tacones de sus madres.
Ver las rotondas cubiertas de nieve me ha hecho recordar a mi abuela Anna, que sólo pasó por Madrid una vez en su vida, durante la guerra. Venía de Barcelona, camino de Jerez, donde conocería a mi abuelo y engendraría a mi padre.
También había caído una nevada, y la Cibeles estaba más blanca que nunca, como si hubiese llegado al centro de Madrid directa desde las montañas de Anatolia. Así lo contaba ella...
De vuelta a casa, mientras escuchaba a Morente en el iPod ("pan tostao", otras voces, otros ámbitos) e intentaba no resbalarme, encapuchado como un monje y esquivando los trozos de hielo que se desmoronaban sobre el suelo procedentes de los árboles y los restos de decoración navideña, he sentido la ciudad como si fuera una enorme estancia acolchada...