martes, abril 17, 2012
Il tramonto
En esta deriva de desmemoria, incongruencias y vorágine; en esta mancha de sombras superpuestas; en este abril desangelado que más parece enero; en este ciclo en que, de lo macro a lo micro, del más allá al más acá, todo se torna ruín; en esta mala resaca; en este desamor, esta desafección; en esta desbandada de ángeles; en esta arcadia desolada; en este mar de los sargazos, todo bajíos; en este yo, en este mundo, en este ahora; en esta extraña desvinculación sólo reconstruida a base de espejismos y nocturnos; en estas horas de narcóticos y capitales riesgo; en esta escalada de hostilidades; en este giro leve de cabeza; en esta bajada de párpados de colosal abatimiento; en este piélago de gestos mezquinos que recogen mis ojos cuando van del ombligo que descubre mi pijama - oh, el mío - a la línea turgente del horizonte, de la mañana a la noche, del té al gin-tonic; en esta borrachera de presente sin futuro, prohibido; en este desastre, pequeñoburgués, ridículo, cobarde, un accidente infantil... nada se antoja mejor, nada más necesario, que reducir el mundo a una miniatura, a unos cuantos recuerdos, a dos o tres nombres, preferiblemente difuntos, a unos cuantos países, más míticos que reales, en el arco mediterráneo, el de la naturaleza dominada, para, anatomía de la melancolía, como el título de Robert Burton, con ellos matar el tiempo, o bien despilfarrarlo, apenas producir, sólo autoconsumirse, una y otra vez, como las ondas que hacen desbordar la pila de un surtidor, ligero arrullo, panorama in sfumatto, pleno de los ocres, los rojos terrosos y los dorados cegadores de esos cuadros de finales del quattrocento, primer cinquecento veneciano donde la vista prefiere perderse, orden de los museos, en el segundo plano del paisaje.