Álvaro: Simón, ¿tú por aquí?
Simón: No te asustes. No he venido a reprocharte lo abandonado que me tienes. Es más, he corrido en tu ayuda. Intuía que te sería útil a la hora de aclarar tus ideas sobre La piel que habito. Nuestras ideas…
Á: Pues ahora que lo dices…
S: Nada mejor que tu alter ego…
Á: Sí, aunque debo decirte que el alter ego sólo aparece cuando el ego lo convoca…
S: En fin… dialécticas aparte, pasemos a hablar de la película. Ibas con demasiada información, ¿no?
Á: Sí, pero eso no debería ser un problema. Podría empalmar el visionado de Vértigo cien veces y no cansarme. En esa película hay un misterio inescrutable, que va más allá de la trama. El “misterio” de la última de Almodóvar descansa excesivamente en la trama, y en el modo de contarla. Me fascina el recurso de los flashbacks y esa estructura intrincada de las últimas películas de Pedro, pero aquí resbala… al menos en lo que se refiere al argumento principal, el de Vera.
S: Vera, la prisionera…
Á: Sí, habría sido fantástico que uno de los libros que Vera lee en su encierro, en lugar de los de Alice Munro o Cormac McCarthy, hubiese sido ese volumen de En busca del tiempo perdido de Proust. Precisamente porque ahí se describe de manera inigualable lo inexpugnable, pese a su proximidad, del objeto de deseo… y la corrupción del amor.
S: "Pues la posesión de lo que se ama es un goce más grande aún que el amor. Muy frecuentemente los que ocultan a todos esta posesión solo lo hacen por miedo a que les quiten el objeto amado. Y esta prudencia de callarse amengua su felicidad", como decía Proust.
Á: Claro, un aspecto que debería estar más desarrollado. Aunque eso – quizás– habría sido pedirle demasiado a Pedro… es curioso que, a medida que repaso la película en busca de cabos sueltos, encuentre que todo está cabalmente atado (me refiero sobre todo a la relación entre Vera y el Dr. Legard). De ahí que crea que en la película exista un problema de tempo, un ritmo excesivamente marcial del relato, derivado de querer explicar semejante historia compleja sin fisuras…
S: Pero decías que la narración de la historia opta por el camino más complicado… con flashbacks, vueltas al presente y los estilemas propios del último Almodóvar.
Á: En efecto, y algunos de ellos son muy curiosos, como el flashback en forma de sueño-que-no-lo-es de cada uno de los protagonistas principales. Sin embargo a mí me faltó un "anoche soñé con Manderlay" como el que sirve de punto de partida a Rebeca de Hitchcock, un asidero psicológico con el que el espectador identifique el horror en el que se desenvuelve Vera y que nos ayude a seguir su historia, CON ella… hasta la aparición del Hombre Tigre, y más exactamente hasta el monólogo de Marilia, no hay forma de hacer pie en la historia.
S: ¡El monólogo de Marilia! Ahí es cuando la película empieza a respirar…
Á: Sí, y lo hace de forma ex abrupta, imperiosa, loca, trepidante. Como cuando uno lleva mucho tiempo sumergido bajo el mar, un medio hostil, y sale a la superficie en busca de aire. Quizá sea lo mejor de la película. La sucesión de planos es de un barroquismo increíble, culebronesco, con excesos como la imagen del niño Tigrinho bajando por las favelas, pero aquí es cuando la historia te arrastra, empieza a (con)moverte… Esta parte es vibrante, y sin necesidad de "dilatadores"…
S: Siempre con los ojos de Marilia como asidero, esos ojos centelleantes donde se refleja la fogata frente a la que están en el presente y el fuego destructor del pasado…
Á: Sí, todo un hallazgo. La historia de la mujer quemada, de su reflejo en la ventana, el tema cantado de la niña, el propio coche ardiendo, tan godardiano, etc. Sin embargo, luego vuelve el Dr. Legard y removido por la historia que se repite, en la que Tigrinho ha actuado como catalizador, empieza a dar rienda suelta a sus deseos escondidos y se acuesta con Vera… este giro psicológico, esta bajada de defensas, es algo que entiendo pero que no termino de “sentir” en la película…
S: Bueno, Vera es la única forma en que poder reparar el pasado, su única vía de escapar de entre los muertos, su Judy Barton-Madelaine personal…
Á: Sí, pero eso lo ves, apenas lo sientes… aunque están las escenas de la enorme pantalla ampliada a través de la que Robert se extasia con Vera. El creador "recreándose" en su obra con la pulsión de muerte con la que el traumado "recrea" sus traumas...
S: Y entonces empiezan de nuevo los flashbacks…
Á: Sí, pero el tempo ha vuelto a romperse. Almodóvar está obsesionado por encajar las piezas del puzle que él mismo ha descompuesto y a veces lo hace a puñetazos limpios.
S: Y puede que sea esa ansiedad narrativa que desprende el propio director la que te impida disfrutar de lecturas más profundas y psíquicas en un primer visionado…
Á: Pero eso es un fallo. Una película debe dejarnos poso. Si vamos a chocar, choquemos; no nos quedemos sólo con el susto. La película carece de atmósfera. Parece de plástico…
S: Un plástico nunca visto, como la piel de Vera. Te ocurre a menudo con cada nueva película de Pedro... el extrañamiento propio de lo que nos es muy familiar pero no lo reconocemos a la primera. Como esos utensilios que sabemos para lo que sirven pero que tardamos un tiempo en saber utilizar: un sacacorchos, por ejemplo. Por cierto, me acabo de acordar de la frase que le dice el Dr. Legard a Vera tras operarle (¿por segunda vez?) los pechos: "Ahora no parecen neumáticos sino como dos gotas de lluvia resbalando por el cristal".
Á: Una frase bellísima y absolutamente fuera del eje. Aunque eso me gusta. Es casi como una autorreflexión, un pensamiento en voz alta sobre la imperfección del cuerpo y de la obra de arte. Somos modernos, viene a decir. Ya no habitamos en la Arcadia (ni tampoco en el Hollywood clásico).
S: Pero la película es tremendamente ingenua en muchas ocasiones. Esos títulos tan burdos que nos remiten al lugar, y al pasado, o de vuelta al presente. O el hecho de hacer que la dependienta de la que está enamorado Vicente sea lesbiana, como previendo el "terrible" devenir de este personaje… qué obsesión de "perfección", de querer encajarlo todo… de alguna forma es una actitud premoderna. Haneke o Godard nunca lo harían…
Á: Sí, pero en eso radica parte de la fascinación y el encanto del cine de Almodóvar. En esa reverencia al pasado, que acaba por dislocarse hasta resultar ridícula. El camp es una extraña forma de melancolía…
S: En la película, la profesora de yoga que aparece en televisión, hace una reflexión interesante a propósito de las posturas de esta disciplina…
Á: Algo sobre que no es lo mismo la perfección de las posturas que la profundidad espiritual que puedan albergar… aunque no lo recuerdo con exactitud. Lo dejaremos para un segundo visionado…
S: Y luego está ese final tan comentado: "Soy Vicente".
Á: En general, me gustan mucho los epílogos de Almodóvar. Esa forma de diluir el final con algo imprevisto, o tonto, o cotidiano… es algo moderno, una forma de inacabar el relato, de suspenderlo… sin embargo, aquí roza la estupidez… ahora que lo pienso es como lo contrario de "anoche soñé con Manderlay" La antimateria del poder de evocación y la promesa narrativa que tiene esta frase de Rebeca…
S: La cita viene a cuento, porque ¿qué queda de Manderlay/El Cigarral, ese castillo del horror, fantasmagórico e irreal, cuando acaba la película?
Á: Nada. Es como si la película que hemos visto, su "horror" y su absoluta demencia, se diluyese en ese "Soy Vicente", presente radicalmente afirmativo del ser...
S: Hubiese bastado con que fuese la madre la que, entre interrogantes, pronunciase el nombre del hijo pródigo: "Vicente?" Una película, por muy moderna que sea, debe acabar con músculo… hablando de músculo, ¿no crees que a veces todo esté demasiado subrayado? La banda sonora, por ejemplo…
Á: Bueno, es sin duda el mejor trabajo de Alberto Iglesias para Pedro. Como objeto independiente. Pero es cierto que contribuye en exceso a esa saturación descompensada que padece la película… a veces se escuchan dos temas distintos en secuencias que están pegadas… es el caso de Between the bars (que se escucha en la escena que transcurre en la tienda de ropa vintage antes de que Vicente desaparezca) y el tema electrónico que se escucha durante la persecución de la furgoneta a la moto… o el exceso de canciones de Buika… volvemos a la cuestión del tempo.
S: Yo creo que no es ni tan fría ni tan diferente en su trayectoria.
Á: Yo tampoco lo creo. El problema es el tono. A veces da la impresión de que es un primer o un segundo ensayo… y no lo digo por los actores, que en general están bien…
S: Antonio sigue teniendo gestos de Átame o de La ley del deseo.
Á: Sigue haciendo de enajenado, en eso nada ha cambiado.
S: El trasfondo psicosexual es muy reaccionario, eso sí…
Á: Un absoluto despropósito. Aun aceptando que Pedro no haya querido hacer una película de tesis y revertir lo convencional, optando por estancar a su personaje en el Imperio del género y la sexualidad, tampoco insiste mucho en lo psicológico. La venganza es un sentimiento que requiere acción, narrativa, y en eso es escasamente complejo. La cita a Bourgeois, en este aspecto, es absolutamente frívola… en Bourgeois hay otra forma de procesar la venganza, otra forma de ajustar cuentas con el pasado…
S: Habría que revisar Doble cuerpo, de De Palma.
Á: Sin duda. De todas formas, la película no es descaradamente cinéfila. En eso sí que ha habido mucha contención… ni siquiera Los ojos sin rostro es una presencia abrumadora. Salvo el autohomenaje no por azar a Kika, su película más kamikaze, el resto es velado, comedido.
S: ¿Te ha gustado entonces?
Á: Como decía Lord Henry Wotton en El retrato de Dorian Gray, refiriéndose al À rebours de Huysmann (sin hacer mención a su título), “me ha fascinado, que no es lo mismo que gustar”. Supongo que, a diferencia de otras como Los abrazos rotos o gran parte de Volver y de La mala educación, acabará gustándome.
S: ¿Se nos olvida algo?
Á: Las reproducciones de La Venus de Urbino y de La Música de Tiziano…
S: Siempre nos quedará Hable con ella, de su última etapa.
Á: Yo creo que ni él mismo era consciente de la maravilla que estaba creando. Es una película milagro, como la propia historia que cuenta. En esa línea está también La flor de mi secreto, la que quizás sea su obra más "transgénero" y más "autobiográfica"…
S: ¿Qué tal llevas tu novela, por cierto?
Á: Me hace gracia que tú me lo preguntes…
S: Bueno, deduzco que mal, porque hacía tiempo que no nos "veíamos"…
Á: Sí, y mucho me temo que no volveremos a vernos, al menos por un tiempo. Esa historia tan pegada a la realidad de hace unos años no quiero contarla ahora. O no me sale contarla. O la tengo superada… Ahora me ronda una historia sobre el mal en sus versiones más cotidianas y estúpidas, la gran ciudad, la mezquindad de la vida contemporánea, los trabajos y los días, la precariedad, la inmadurez, la fascinación fetichista por las mercancías… el reto estará en cómo dar profundidad poética a semejante entramado de horror y vulgaridad. En fin, igual me estoy adelantando…
S: Vaya, un otoño de novela…
Á: Estoy cansado de mí mismo, pero soy lo único que tengo…
S: ¡Uy, qué frase tan "almodovariana"!
Á: Si quieres te doy un beso, como Vera hace con la foto de Vicente…
S: Esa cursilada podríamos ahorrárnosla... Suerte en tus nuevos propósitos.
Á: Gracias querido.