Así se llama, en francés, el nuevo libro de Catherine Millet. Catherine Millet, conocida en el mundo de las letras por su vida sexual, desmenuzada en su anterior libro, es (desde mi punto de vista) uno de los escritores vivos más interesantes del panorama internacional. Desde el punto de vista de la teoría, ella no es Beatriz Preciado pero... ¿a quién le importa? ¿qué más dan los lugares comunes (o mejor dicho, parisinos) sobre posturas, libertinaje y psicoanálisis? Su libro no es más que un testimonio, el suyo, escrito en una lengua bellísima, muy influida por Proust, en ese tono tan afín al gusto francés, desde Montaigne, de las confesiones públicas, de los carnets. Precisamente a este propósito, aquí dejo un pasaje revelador:
"Una o dos experiencias me habían enseñado bastante pronto en la vida que no había nada que yo detestase tanto como las confidencias, las que hubiera podido recibir y las que hubiese podido hacer, y que a mi entender el verdadero impudor residía ahí, mucho más que en el acto de hacer pública tu intimidad, ya sea por escrito o por medio de imágenes. Las confidencias obligan a los interlocutores a una reciprocidad - el que habla espera una atención, consejos, compasión por parte del que escucha, y éste no puede pasar por alto su responsabilidad-, mientras que una distancia separa siempre al público del que o de la que se expone, aunque esta distancia sea la altura del escenario donde se desviste una stripper que sólo espera del público anónimo la reacción convencional de los aplausos".
Hacer público el dolor, en un ejercicio de autorreflexión y desglose sin ni un ápice de vulgaridad, es uno de los actos más heroicos que puede acometer alguien en la actual sociedad del espectáculo basura.