Inicio mis vacaciones de silencio. La excusa: terminar la tesina.
Ni a la postre ni actualmente puedo afirmar que se trate de una excusa. Más bien consiste en la piedra angular y vertebradora de estos días de retiro en mitad del bosque.
Lo cierto es que ante este diario de escritor en ciernes queda mucho mejor afirmar que he venido hasta aquí en busca de silencio, silencio a secas. En todo caso, silencio como medio para escribir una novela, jamás una tesina. ¡Qué extravagancia!.
Se amplifica el eco, el eco que provocamos al movernos, al comer, al abrir las puertas, al estar en silencio.
Observo cómo la persona que está sola tiene vía libre para escucharlo todo. Sin necesidad de disimulo, el que está solo acecha con sus oídos a todo aquel que se cuele en el perímetro de su soledad.
Con la mirada debe tener más ojo. Incomoda que un solitario ponga sus tristes ojos sobre alguien. No importa que nos escuche convivir, pelear, amar y sociabilizar. Eso sí, que no nos viole con su mirada, la mirada envidiosa del que no ha podido pillar silla en el juego de la comunicación social.
Echo de menos a F.
Aunque también me echaba de menos a mí mismo...