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En fuga continua de mi propia prisión.

viernes, mayo 06, 2005

La prisionera

Quisiera que La Prisionera fuera un diario, mi diario.
Declarado el principio, sólo me queda explicarlo: me refugiaré en la cita. En la cita ajena. En la cita de otros.
Esto significa que será la palabra de otros la que tome prestada para dar fe de mis placeres y mis días...
Lo que me lleva a convertir mi diario íntimo en un préstamo es una mezcla de humildad y soberbia. Humildad porque me veo incapacitado para escribir con asiduidad de manera bella. Soberbia porque me veo incapacitado para escribir con asiduidad de manera bella y, sin embargo, deseo un diario impecable.
Mi labor será como la de un dj, una labor en la que la selección sea la única forma de creación.
Muchos dirán que no arriesgo. Pero no hay nada más arriesgado que ser la pausa entre lo leído y lo copiado. Entre lo aprendido y lo amado. Porque somos esa pausa. En eso consistimos.
Con las citas de este diario no deseo desaparecer, como Simone Weil, "para que las cosas que veo se vuelvan perfectamente hermosas por no ser ya cosas que veo". Nada más lejos.
Más bien, deseo que las cosas que me pasan se vuelvan perfectamente hermosas por ser otros las que las ven como yo, conmigo.
La prisonnière es el quinto volumen de En busca del tiempo perdido, de Proust. A mí me pasa que me siento prisionero de los demás, de algunos de ellos, de sus palabras, de su préstamo, de su huella.