martes, junio 23, 2009

Ángeles en América

Contemplo los títulos de crédito de la serie Angels in America, una de las más bellas que jamás he visto, basada en la obra de teatro de Tony Kushner. Una pieza soberbia sobre la historia de EE.UU., sobre el éxodo y la pandemia que vinieron marcando el siglo pasado y marcarán el siglo por venir, sobre la enfermedad y sus metáforas bíblicas, sobre los ángeles anunciadores, que comparten alas con Cupido pero cuyo batir es mucho más ensordecedor, escalofriante e inaudito, sobre los hospitales y sus rincones en penumbra, donde aparecen los fantasmas encarnados del pasado, sobre la hospitalidad de los extraños, sobre el pasado de nuestros cuerpos, sobre la incansable travesía del ser humano allende los mares, y allende sus madres, sobre el sexo, y sobre eso que se ha dado en llamar homosexualidad: un limbo lleno de ángeles deshabitados, con los pies tiznados...
En esta calurosa tarde de verano, horas antes de que empiece la noche de San Juan, contemplo frente al ordenador al ángel que bendice las aguas de la fuente de Bethesda en Central Park, reflejo de aquella otra de Jerusalen, que todo lo curaba... Han pasado apenas unos años desde que vi por primera vez esta serie, en la terraza de un amigo, una de las primeras tardes del verano también, quizás la víspera de la noche más corta del año. Estaba en otra ciudad, con otros miedos y otras heridas, terminando de redactar mi tesina...
Este agosto cumplo 33 años. Una nueva Perestroika personal. Noto cómo la tierra se resquebraja a mis pies. Lo hace a golpe de pequeños estruendos secos, como el sonido que hace una alfombra cuando la sacudimos con fuerza. ¿Un batir de alas, quizás?
El miedo y el calor me tienen derramado por los suelos. Que el ángel de Bethesda me proteja y me haga beber de su fuente.