lunes, octubre 16, 2006

Edad de hombre (I)

"Desde siempre me ha gustado la pureza, lo folclórico, lo que es infantil, primitivo, inocente. Cuando estoy en lo que los rigoristas llaman bien, aspiro al mal, porque me es necesario para distraerme; cuando estoy en lo que suele llamarse mal, advierto en mí una confusa nostalgia, como si lo que el común de las gentes entiende por bien fuera realmente una especie de seno materno en el que se pudiera beber una leche capaz de refrescarme. Toda mi vida está hecha de esos titubeos: cuando estoy tranquilo me aburro a muerte y deseo cualquier molestia, aunque cuando aparece en mi existencia un elemento real de trastorno, por pequeño que sea, pierdo pie, vacilo, huyo y la mayor parte de las veces recuncio. Soy incapaz, en todo caso, de actuar sin reticencias y sin remordimientos, no me entrego jamás sin una segunda intención de arrepentirme y, si permanezco replegado en mí mismo, no es nunca sin añorar un abandono del que experimento un vivo anhelo. Ahora que soy adulto siento un constante deseo de amistad ideal y amor platónico, junto a lo que algunos consideran como caídas sin grandeza en la bajeza y el vicio".

Michel Leiris, Edad de hombre