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En fuga continua de mi propia prisión.

domingo, junio 29, 2008

Fútbol y barbarie

Final de la Eurocopa entre España y Alemania.
En la calle, hordas de heteruzos y heteruzas gritando y montando follón. Pitidos, petardos, coros y bocinazos. España va ganando... 1-0. Te imaginas lo que será la calle si gana la selección... un auténtico infierno... Te quedan cinco cigarrillos pero los racionalizas... Todo menos bajar al infierno... sientes miedo...
En un arrebato de brujería a lo Maléfica la de Disney (un personaje que adorabas cuando niño porque era elegante y malvada, y podía convertirse en dragón) pones a todo volumen El clave bien temperado de Bach, a ver si de esta forma conjuras algún tipo de maldición y España pierde. Bach no sólo era alemán (eso es lo de menos). Simboliza la supremacía de la cultura sobre la barbarie...
Tú odias el fútbol. Porque el fútbol no es sólo un juego inocente de hombres. Es todo un campo semántico del terror heterosexista. Representa como pocas cosas la prerrogativa heterosexual. Es uno de los rituales bautismales paradigmáticos del Imperio Hetero... un auténtico asco: la barbarie, tal cual.
Mientras cierras las ventanas y escuchas a Bach, te acuerdas de la frase de Benjamin inscrita sobre su tumba en PortBou y que dice más o menos: "toda obra de la civilización es a su vez un vestigio de la barbarie"...

miércoles, junio 25, 2008

Leal Souvenir

Manos enguantadas, monedas con efigies acuñadas, arquitectos, sastres, músicos, Isabel Clara Eugenia, nomeolvides en el ojal, distracción en la sonrisa, mirada melancólica, Van Eyck, Giorgione, caobas, negro satinado de las telas de la nobleza, reflejos en un espejo, azul Tiziano, perros de interior, caballos, regalos nupciales, la dama del armiño, turbantes, perspectiva di sotto in sù, fiereza de estirpe, archiducados, burguesía naciente, ancianos y niños, vanitas, anamorfismo, Holbein el Joven, embajadores, perfiles, ausentes, donantes, trampantojo, Flandes, Giorgio Vasari, De amicitia, una ardilla, una hoja de cardo, Durero, Il Principe de Maquiavelo, recordatorio, Maximiliano I, manos en escorzo, los Gonzaga, Don García de Medicis, postura sedente...
Gran exposición sobre el retrato del Renacimiento.
Hasta finales de verano, en el Museo del Prado.

sábado, junio 21, 2008

Libro de los pasajes

En verano los libros gordos son como las alfombras: molestan. Sin embargo, yo he iniciado el solsticio con un libro grande: Los detectives salvajes de Bolaño. A ver qué tal...
El otro libro al que deseo enfebrecidamente hincar el diente junto a alguna piscina es el Libro de los pasajes, de Walter Benjamin, de reciente aparición en español.
Passagen-Werk, en lengua original, es uno de los libros más fascinantes y esotéricos del siglo XX.
Benjamin se dedicó obsesivamente a su concepción durante sus últimos años de vida. Su suicidio en Portbou en 1940, huyendo de la persecución nazi, impidió que llegase a nosotros en su forma definitiva. La historia del manuscrito es igualmente bizarra: en su huida de París, Benjamin lo dejó a resguardo de Georges Bataille, por entonces director de la Biblioteca Nacional de Francia; sin embargo, no fue hasta 1945 cuando Pierre Missac, que había iniciado desesperadamente su búsqueda, lo encontró arrumbado en la Biblioteca, después de que el propio Bataille le confesase que era él a quien Benjamin le había confiado su custodia. Missac se puso inmediatamente en contacto con Theodor W. Adorno y Dora, la hermana de Benjamin, y en febrero de 1947 se los envió a Adorno a Estados Unidos. ¿Por qué Bataille no se puso en contacto él mismo con Adorno o con Dora Benjamin? ¿Eran aquellos papeles la totalidad de los escritos de Benjamin sobre los Pasajes? ¿Se perdió, se destruyó algo? ¿Cuál hubiese sido su redacción final? Quizás la clave esté en la misteriosa y pesada maleta que Walter Benjamin llevaba consigo cuando intentaba cruzar los Pirineos y que contenía, según sus acompañantes, una posesión "más valiosa que su propia vida". ¿Transportaba Benjamin en aquella maleta la versión definitiva de su Libro de los pasajes? No hay manera de saberlo.
El Libro de los pasajes surge como proyecto titánico de compilación filosófico-histórica del siglo XIX, el siglo del despegue definitivo del capitalismo. El enfoque es claramente marxista, aunque va más lejos: no se trata de exponer la génesis económica de la cultura, sino la expresión de la economía en la cultura. El motivo de la obra es París, capital del XIX, génesis y culminación del nuevo modelo de metrópoli. Son precisamente sus pasajes, galerías comerciales techadas situadas en los bajos de los edificios haussmannianos (donde surgen muchas de las nuevas distracciones de la burguesía) los que darán título al libro.
En su composición Benjamin utiliza el método del montaje: sus páginas son un sinfín de citas (en su mayoría ajenas), ensoñaciones literarias, fragmentos de textos jurídicos o médicos, temas diversos, anécdotas, divagaciones extravagentes e incluso recortes de periódico, cuyo objetivo es radiografiar de la forma más objetiva posible los usos y costumbres de la gran burguesía decimonónica. De ahí que (al menos en el texto -no definitivo- de que disponemos) la traza de Benjamin se note sobre todo en su forma de cortar y pegar, de ordenar dicho collage.
Los temas son los cascotes del gran edificio de la modernidad capitalista: los pasajes comerciales antes mencionados, el poder seductor de la mercancía convertida en fetiche, la cosificación, los grandes almacenes, la moda, el alumbrado público, las barricadas, la construcción de vías férreas, la figura del flâneur (que deambula matando el tiempo por las calles de París), el aburrimiento (gran tema baudeleriano, mal du siècle), el juego, las casas de prostitución, los espectáculos panópticos en boga entonces, las más diversas formas de expresión artística, la mezcla de utopistas y marxistas que auguraban por entonces el porvenir, la bolsa, los autómatas, el caricaturismo de Daumier, la mirada a través de la ventana, el carácter efímero tanto de los libros como de las camisas (a partir de una cita del Balzac, de Curtius), la extraña pasión por la acumulación de bibelots en las casas burguesas, el origen de la publicidad, etc. Si hay una obra literaria que condense como ninguna ese universo metropolitano es En busca del tiempo perdido, de Proust, cuyos tres primeros volúmenes, casualmente, fueron traducidos al alemán por el propio Benjamin.
En definitiva, una obra fundamental, ingente, mitológica, construida a partir de los detritus de la civilización; el inicio de ese pensamiento débil, micro, que ha recorrido toda la filosofía del siglo XX y que ahora algunos positivistas anglosajones o anglófilos se empeñan en ahogar...

viernes, junio 20, 2008

Dasein

Hay días, momentos, en que tu configuración está tan óptima que te gustaría guardarla para, en situaciones futuras de rescate, poder invocarla. No es exactamente la felicidad colmada (menuda patraña). Se trata, más bien, de un "ser-ahí", como decía Heidegger, donde se sitúa tu techo de satisfacción y bienestar. La melancolía se ha esfumado y la ansiedad todavía no ha hecho acto de presencia. Un milagro, como el rocío de la mañana.
Los sistemas operativos disponen de una función que sirve para guardar configuraciones óptimas a las que poder volver en caso de fallo del sistema. Son los puntos de restauración.
Sería tan estupendo disponer también de ellos. Pero el tiempo se confunde con nuestra existencia. Imposible anclarlo. Estamos "arrojados a la existencia".
Sólo nos queda esperar. Esperar a que se produzca de nuevo el conjuro.
Un viernes como éste, quizás, tan caluroso, tan hermoso...

jueves, junio 19, 2008

Park Lane

Llegamos tarde a la estación de Paddington...
El hotel estaba situado en una de esas casas victorianas o georgianas construidas en hilera...
No había un alma en la calle. Sólo la broza propia del otoño...
Como nuestra habitación estaba en reformas nos pagaron un taxi hasta otro hotel similar de la misma cadena situado al otro lado del parque...
Ahí ibamos, en ese escarabajo negro, bajo la noche mal iluminada de esa zona de Londres, descubriendo las fachadas que nos dejaban ver las copas de los árboles...
Sonaba The Carpenters...
¿Te acuerdas?

sábado, junio 14, 2008

Principios de siglo

"En el comedor reinaba el solemne silencio que es el orgullo de los grandes hoteles. (...) Los camaremos caminaban en silencio. Sólo se escuchaba el tintineo de los servicios de té y algunas frases a media voz"
Thomas Mann, La muerte en Venecia

Pequeñas figuras sin paisaje

El último libro de Beatriz Preciado es una decapitación, fascinante y repugnante a un tiempo, como lo eran las páginas de ese otro libro, misterioso, que Lord Henry Wotton presta a Dorian Gray a mitad de la novela de Wilde (¿el À rebours de Huysmann?). Hay libros tóxicos como drogas...
En cualquier caso, se trata de un texto fundamental, apocalíptico e integrado. Quizás el mejor libro de filosofía escrito en español en mucho tiempo. El material puramente teórico está compuesto por explosivos: desde el rizoma de Deleuze y Guattari al imperio y la multitud de Negri y Hardt, pasando por el performativo de Butler, la biopolítica de Foucault e incluso la potentia de Spinoza. Luego está la poética de lo que ella misma, en honor al amigo muerto, Guillaume Dustan, denimina autoficción: la del plástico de los dildos de gran calibre, la del vampirismo sidíaco del bareback y el serosorting, la de las travesías en coche por la Camargue, enamorada de Virginie Despentes, como si estuviesemos dentro de una versión posmoderna y tecnológica de algún cuadro del aduanero Rousseau, la de las habitaciones de hotel del XVIIIéme arrondisement con Star Academy sonando en la tele...
Sin embargo, al contraponerme con el libro, he sentido una leve disensión, relacionada sobre todo con cierto poso de rencor: todo es cierto, pero está re-sentido, sentido a doble intensidad, un tanto deformado, como cuando se te asienta la comida y todo queda impregnado de ese sabor a quemado. Me gustaría preguntarle a Beatriz cómo es su día a día, si no siente piedad por los que están equivocados o alienados, si nunca se ha reído de cosas obvias, si alguna vez se ha emocionado viendo una película clásica de Hollywood, cómo se siente cuando vuelve a casa de sus padres en Burgos, si le gustan las flores, si sonríe a los dependientes de las tiendas donde va de compras, qué compra hace en el súper, si tiene amigos heteros, si tiene amigas heteros... en fin... que soy yo el que resulta ridículo con estos planteamientos.
De algún modo siento como si hubiese vuelto a la Casa del Padre, para quedarme en sus habitaciones más sombrías, para siempre...

viernes, junio 13, 2008

Gran paisaje sin figuras III

"Así que no me alejé de Nueva York cuando vine a vivir a París, sino que fui sin saberlo a habitar a una banlieu al este del imperio farmacopornográfico en la que se habla francés. (...) Nueva York no es un lugar; es, por decirlo siguiendo a Spivak, un régimen de traducción cultural. Así que paradójicamente, fue cuando me alejé de Nueva York cuando empecé por primera vez a habitar la ciudad. Este modo de pensar el mundo como una única ciudad difusa interconectada con centros de intensidad, circuitos de circulación de capital, cuerpos e información, zonas de alto confort y zonas pauperizadas, espacios distantes de producción y de deyección de detritus materiales y simióticos puede acercarnos a pensar la estructura geopolítica actual, como ya lo han hecho Negri y Hardt y, de otro modo, James Petras y Henry Veltmeyer, de acuerdo al modelo del Imperio romano de Constantino. Vivimos en una suerte de Edad Media punk, de alta edad cybergótica sin que hayamos todavía comprendido las consecuencias de semejante revival histórico en este punto de autodegeneración de la especie".
"Para el Freud lector de la psicopatología moral de Krafft-Ebing, la masturbación, y la producción química que ésta implica, es el modelo de toda adicción (carta 79 a Fliess). El alcohol, el tabaco, la morfina y la cocaína son sustitutos masturbatorios, prácticas exógenas de producción de excedentes de toxicidad química en el cuerpo. Poco importa si la sustancia es inoculada en el cuerpo desde el exterior o si es producida por el cuerpo mismo. En todo caso, no hay libido sin toxicidad. La sexualidad, como la ingestión de psicotrópicos, es la búsqueda de la producción de un estado de intoxicación neuronal".
"La droga es la metrópolis moderna, su producción, su tráfico y su consumo refleja los circuitos de tráfico colonial, los procesos de sublimación y de fantasmagoria propios de la modernidad industrial farmacopornográfica".
"Durante los años que habito en la ciudad de los muertos vivientes, para luchar contra una soledad endémica, me acojo a un sistema de aprendizaje y construcción de técnicas identitarias que, ahora lo sé con toda seguridad, me ayudará no sólo a sortear la depresión propia de la metrópolis, sino que acabará constituyendo una disciplina del alma, como Los Ejercicios de San Ignacio de Loyola en mi infancia, que me permitirá resistir después a la decepción política, al desamor o incluso a tu muerte".
"Al empezar este libro administrándome testosterona (en lugar de comentando a Hegel, Heidegger, Simone de Beauvoir o Butler), he querido decapitarme, cortar mi cabeza modelada con un programa cultural de género, seccionar una parte del modelo molecular que me habita. Este libro es la huella que deja ese corte".
Beatriz Preciado, Testo Yonqui.

Gran paisaje sin figuras II

"Algunos códigos semiótico-técnicos de la feminidad pertenecientes a la ecología política farmacopornográfica:

Mujercitas, el coraje de las madres, la píldora, cóctel hipercargado de estrógenos y progesterona, el honor de las vírgenes; La bella durmiente, la bulimia, el deseo de un hijo, la vergüenza de la desfloración; La sirenita, el silencio frente a la violación; Cenicienta, la inmoralidad última del aborto, los pastelitos, saber hacer una buena mamada, el Lexomil, la vergüenza de no haberlo hecho todavía; Lo que el viento se llevó, decir no cuando quieres decir sí, quedarse en casa, tener las manos pequeñas, los zapatitos de Audrey Hepburn, la codeína, el cuidado del cabello, la moda, decir sí cuando quieres decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, la manicura, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer ruido, el algodón inmaculado y cancerígeno del Tampax, la certitud de la maternidad como lazo natural, no saber gritar, no saber pegar, no saber matar, no saber mucho de casi nada o saber mucho de todo pero no poder afirmarlo, saber esperar, la elegancia discreta de lady Di, el Prozac, el miedo de ser una perra calentona, el Valium, la necesidad del string, saber contenerse, dejarse dar por el culo cuando hace falta, resignarse, la depilación justa del pubis, la depresión, la seda, las bolsitas de lavanda que huelen bien, la sonrisa, la modificación en vida del rostro liso de la juventud, el amor antes que el sexo, el cáncer de mama, ser una mantenida, que tu marido te deje por otra más joven...

Algunos códigos semiótico-técnicos de la másculinidad pertenecientes a la ecología política farmacopornográfica:

Río Grande, el fútbol, Rocky, llevar los pantalones, saber dar una hostia cuando es necesario; Scarface, saber levantar la voz; Platoon, saber matar, los medios de comunicación, la úlcera de estómago, la precariedad de la paternidad como lazo natural, el buzo, el sudor, la guerra (aunque sea en su versión televisiva), Bruce Willis, la Intifada, la velocidad, el terrorismo, el sexo por el sexo, que se te levante como a Rocco Siffredi, saber beber, ganar dinero, Omeoprazol, la ciudad, el bar, las putas, el boxeo, el garage, la vergüenza de que no se te levante como a Rocco Siffredi, el Viagra, el cáncer de próstata, la nariz rota, la filosofía, la gastronomía, tener las manos sucias, Bruce Lee, pagar una pensión a tu ex mujer, la violencia doméstica, las películas de horror, el porno, el juego, las apuestas, los ministerios, el Gobierno, el Estado, la dirección de empresa, la charcutería, la pesca y la caza, las botas, la corbata, la barba de dos días, el alcohol, el infarto, la calvicie, la fórmula 1, el viaje a la Luna, la borrachera, colgarse, los relojes grandes, los callos en las manos, cerrar el ano, la camaradería, las carcajadas, la inteligencia, el saber enciclopédico, la obsesión sexual, el donjuanismo, la misoginia, ser un skin, los serial-killers, el heavy-metal, dejar a tu mujer por otra más joven, el miedo a que te den por el culo, no ver a tus hijos después del divorcio, las ganas de que te den por el culo...".

Beatriz Preciado, Testo Yonqui

miércoles, junio 11, 2008

Gran paisaje sin figuras I

"Si la era dominada por la economía del automóvil se denominó "fordismo", llamaremos "farmacopornografía" a esta nueva economía dominada por la industria de la píldora, por la lógica masturbatoria y por la cadena excitación-frustración en la que esta se apoya. La industria farmacopornográfica es el oro blanco y viscoso, el polvo cristalino del capitalismo postfordista (...) Hardt y Negri, releyendo a Marx, nos han enseñado que durante los siglos XIX y XX la economía global se caracteriza por la hegemonía del trabajo industrial no porque este fuera dominante en términos cuantitavos, sino porque todo otro trabajo se modeliza cualitativamente con respecto a una posible industrialización. Del mismo modo, la producción farmacopornográfica caractería hoy un nuevo período de la economía política mundial no por su preponderancia cuantitaviva, sino porque cualquier otra forma de producción aspira a una producción molecular intensificada del deseo corporal semajante a la narcoticosexual. Así, el control farmacopornográfico infiltra y domina toda otra forma de producción, desde la biotecnología agraria hasta la industria high-tech de la comunicación".

"Durante el día, mi existencia oscila entre la actividad frenética y el vacío total. En los períodos de vacío, paso la mayor parte del tiempo sentada en el sofá. (...) Este sofá podría ser la cama de un hospital psiquiátrico. Eso es lo que es, una delegación doméstica de las instituciones médicas y jurídicas de la República francesa, un país del que ni siquiera soy ciudadana. El sofá es un tentáculo del sistema de control que se ha instalado en mi espacio individual en forma de mueble de compañía. Es un aparato político, un espacio público de vigilancia y desactivación, que tiene la ventaja, respecto a otras instituciones clásicas como la prisión y el hospital, de contribuir a mantener la ficción de que este apartamento, estos cuarenta y siete metros cuadrados cerrados con llave, son mi territorio privado. La paranoia se extiende desde el sofá hasta mi piel. Mi cuerpo podría ser un centro de reclusión a vida (...), un tentáculo del farmacopoder que ahora lleva mi propio nombre".

Beatriz Preciado, Testo Yonqui

martes, junio 03, 2008

Dos poemas dedicados a F.

I

¡Ay, dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros como un guante arrugado?
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa cama,
Y por ímpetu, el empujón del diablo.

Qué es lo que besamos con prisa,
Esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
Pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
Como si lamentara aquello que a nosotros nos falta.

Este pálido, este más que anhelante oído atento
Que oye de la lastimosa boca el suave lamento,
Para marcar la silenciosa y la angustiada caída
De aún otra caliente y deformada lágrima.

Brazos cortos y magullados pies muy separados
Para caminar eternamente con nosotros desde la salida.
¿Ay dios, es esta la razón que amamos
-No son tales cosas golpes mortales al corazón?

Djuna Barnes, ¡Ay, dios mío! (El lamento de las mujeres)

II

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.

Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.

Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.
Allí mis pequeños ojos.

No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!

Federico García Lorca, 1910 (Intermedio) (Poeta en Nueva York)

lunes, junio 02, 2008

No es una ciudad, sino un estado de ánimo

Visita a Sevilla este fin de semana. Solo, después de meses.
El viernes, cena con C., la única persona de Sevilla, junto a mi hermano, con la que había un vínculo real que no se ha roto. Después, vamos al concierto de Rufus Wainwright. Cuando termina su actuación, empiezo a ver a mucha gente. Me paro, hablo con ellos un rato. Luego me voy. Con otros paso más tiempo.
Al día siguiente, solo de nuevo, paseo por la ciudad. La soledad se me clava en la garganta como una espina de pescado. Visito algunas tiendas. Compro La ley del más fuerte, de Fassbinder, en Fnac. También los zapatos de abuelito que le gustan a F.
Me deprime el ritmo de la ciudad. Y su falta de sombra. Hay una luz incómoda, descarnada, miserable.

Il y a cette lumière,
Qui ne s'éteint jamais,
Comme un réverbère,
Comme les feux d'un loquet...

De una manera vaga, echo de menos Madrid. Es la primera vez que me pasa.
Interferencias telefónicas con F.
Doy una vuelta por la Alameda. Parece un lodazal.

Puisqu'au bout de la route,
Il n'y qu'un dessert...

Acompañado por mi hermano y por S., tomo algo en una terraza... es esa hora de la tarde entre perro y lobo, como diría Jane Rhys. Alquilamos una peli, La última noche (25th hour), de Spike Lee. Al día siguiente, domingo, quedo con gente del pasado. Desayuno, almuerzo y café con unos y con otros. A intervalos estoy con mi hermano, en su casa, mi antigua morada. Su vida se me escapa. Asisto a ella con una extraña sensación de asfixia, como cuando una palabra evocadora queda reducida por el contexto a su mínima expresión. Es mi hora veinticinco... el epílogo... apenas hay gente por la calle. Cojo un taxi camino de la estación... pero la luz no se apaga... es sucia y blanca a la vez, y pertenece al reino de los muertos, todo párpados abiertos, eternamente...

Los extractos en francés pertenecen a la canción "Qu'est-ce que ça peut faire" de Benjamin Biolay (Trash Yeyé)