El olor de las lociones de afeitar, caras y baratas.
El caminar con ambas manos metidas en los bolsillos.
Un soplo hacia el flequillo.
Las chanclas, las deportivas, las botas gastadas.
Un cruce de piernas, la chaqueta puesta, el cigarrillo elevado.
El aliento a tabaco mezclado con cerveza.
Vislumbrar a través de la manga corta de una camiseta la sombra vellosa que se esconde bajo la axila.
Los pezones en flor.
La V de los oblicuos del abdomen cortada por un buen vaquero sin cinturón.
Colocar la oreja sobre el pecho izquierdo, oír los latidos del corazón al abrigo del calor corporal y del olor de algún desodorante.
Los ojos caídos, las pestañas largas, la mirada como de "venado cuando les apunta el cuerno".
El oasis de unos labios tiernos encontrados en el electrizante abandono de una barba de dos o tres días.
Los calcetines de hilo con liga, las corbatas, los pañuelos, los gemelos, los sombreros.
Las risas tonantes. El llanto encogido.
Las rodillas hincadas en la arena, los muslos bien dibujados en esta postura.
Un reloj en la muñeca, una única mano al volante.
El nacimiento del vello a escasos milímetros de la nuez.
Los jerseys de pico bajo una nariz enseña.
Las manos que se detienen, que reposan, que entran en un tiempo lento, que reconocen.
Un perfume con cierto toque de pimienta.
El gesto, en verano, de rascarse el omóplato, por lo que tiene de striptease parcial.
Los ojos que miran al cielo, como en los mártires de la escuela española del XVII.
Los rizos de color castaño.
Las uñas bien cuidadas. Las lúnulas visibles.
Los desperezamientos. El crujir de unas manos unidas frontalmente que se estiran.
El vello púbico que corona la goma ancha y blanca de unos slips de algodón en color verde mar o azul celeste.
El riel de pelusa que llega hasta el ombligo.
Los cuerpos tumbados sobre el césped, las cabezas juntas, como marcando las 12 o las 6.
Los galos moribundos. Las curvas praxitelianas. Los espinarios.
Unos dedos gordos de los pies infantiles. Un arco pronunciado.
El acto de calzarse. El acto de descalzarse.
Las cabezas llenas de espuma de champú. Las caras llenas de espuma de afeitar.
Las toallas estrechas anudadas a la altura del inicio de la ingle, el muslo que se sale al caminar.
El acto de abrocharse la bragueta, sin disimulo.
Acomodarse el pantalón tirando de la parte posterior de la cintura.
Un aire despistado.
Unas manos bonitas que sostienen un libro fascinante...
Algunas cosas que me gustan de algunos hombres.