Las palabras y las cosas, M. Foucault, 1966. Una sacudida de libro. Un análisis sorprendente de los enormes giros que fue experimentando la episteme occidental desde el Renacimiento hasta el siglo XIX. En esta obra su método de rastreo -al que denominó "arqueología"- todavía no está muy desarrollado ni explicado, y se echa en falta cierta reflexión sobre algunos puntos de vital importancia en su trabajo posterior. Dígase la noción de saber/poder. Se trata de un libro difícil, por las referencias (a veces, excesivamente galocéntricas), y por ese lenguaje con licencias poéticas "secas", tan característico del postestructuralismo. Su lectura es, de algún modo, como meterse en una piscina en la que no tocas fondo: te faltan asideros, no puedes parar de moverte, te cansas... a cambio, las sensaciones de aventura, de reto, de gozo y libertad resultan brutales. Reconozco que he leído algunas de sus páginas como flotando boca arriba (por seguir con el símil de la piscina profunda), pero ha merecido la pena. Gracias P. por habérmelo recomendado cuando lo estabas leyendo en París. Como muestra un botón:
"El que la literatura de nuestros días esté fascinada por el ser del lenguaje esto no es ni el signo de un fin ni la prueba de una radicalización: es un fenómeno que enraiza su necesidad en una configuración muy vasta en la que se dibuja toda la nervadura de nuestro pensamiento y de nuestro saber. Pero si la cuestión de los lenguajes formales hace valer la posibilidad o imposibilidad de estructurar los contenidos positivos, una literatura consagrada al lenguaje hace valer, en su vivacidad empírica, a las formas fundamentales de la finitud. Desde el interior del lenguaje probado y recorrido como lenguaje, en el juego de sus posibilidades tensas hasta el extremo, lo que se anuncia es que el hombre está "terminado" y que, al llegar a la cima de toda palabra posible, no llega al corazón de sí mismo, sino al borde de lo que lo limita: en esta región en la que ronda la muerte, en la que el pensamiento se extingue, en la que la promesa del origen retrocede indefinidamente".
En esa obsesión por el discurso que caracterizaba el pensamiento postestructuralista (tan abandonada ahora por el "discurso" pretendidamente ahistórico y objetivo de lo biológico, de lo químico, y hasta de lo alquímico, en muchos casos), la idea de lo "impensable", de lo "indecible", me ha estado rondando al analizar mi forma de interactuar (y la forma de interactuar de otros) en ese invento del diablo (que tanto me gusta) llamado FaceBook.
Todos los vicios y virtudes personales se redimen diariamente en FCBK. Las distintas personalidades, por exceso u omisión, transpiran con claridad en los perfiles, en su mayoría, de manera inconsciente...
Evidentemente, no voy a hacer una taxonomía "científica". Me referiré, grosso modo, a algunas peculiaridades que he venido observando. Es posible que la siguiente clasificación, por su desorden y falta de jerarquía (y por su tono), se parezca más al bestiario chino de Borges que cita Foucault en la introducción de su libro que a otro cosa. Pero ahí va:
a) Superegos: gente que más allá de sus intereses profesionales de promoción, buscan promocionarse ellos mismos. Acumulan "amigos" en plan diógenes. No suelen ser muy cotillas. Con tanto "amigo", el radio de cotilleo se amplía hasta la imposibilidad. Ellos prefieren ser cotilleados. Quieren fama y notoriedad a toda costa, aunque ello acarree una absoluta falta de criterio.
b) Gente cuya foto de perfil son ellos con sus respectivas parejas, con sus hijos, o directamente sus parejas y sus hijos: es fácil. Se trata de gente que ha perdido la capacidad para verse a sí mismos como entes individuales. Claro síntoma de codependencia.
c) Gente cuya foto de perfil es, casi constantemente, algún emblema, símbolo, mito, celebrity, etc. que ellos creen relacionar con ellos mismos: o carecen de personalidad, o les sobra.
d) Gente cuya foto de perfil, por algún motivo social puntual, hace referencia a dicho motivo: caso de los que han puesto el beso de Iker con la novia, banderas de sus países, a Garzón. No comment.
e) Gente que en los estados escribe de sí misma en tercera persona. Como el nombre aparece junto al recuadro de estado, les entra el síndrome Aída Nízar. Puede que sea una cuestión puramente estilística, pero a mí me chirría.
f) Solitarios, autónomos, biomáquinas: se pasan todo el día en FCBK. Son adictos. Han convertido la herramienta en el escape a su aburrida vida laboral/social/sexual. En su hora de recreo virtual. En su paseo diario. Es un caso sumamente patético. Por supuesto, es un apartado que me va como anillo al dedo.
g) Vanidosos: utilizan el FCBK para ligar, para seducir. Se pasan el día desetiquetándose de fotos en que no se gustan. Cuidan meticulosamente sus apariciones.
h) Pesados: a estos no les basta con su muro. Como saben que los demás no los soportan, están continuamente etiquetando a lo bestia, en fotos, en notas, en paridas varias. Mandan correos múltiples. No paran de sugerirte páginas. Deberían echarlos.
i) Musicales: una canción dice más que mil palabras. Aunque a algunos no les basta con eso: quieren que te enteres de la letra, que está en chino mandarín.
j) Informativos: gracias a ellos, no hace falta que visites la sede digital de los periódicos del mundo. Suelen pecar de excesivamente partidistas, de excesivamente frikis o de excesivamente humorísticos. Pecata minuta.
k) Pornográficos: lo cuentan todo. Los hay descriptivos: te cuentan el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena. Y analíticos: como si estuviesen en el diván del psicoanalista. Son pasto ideal para cotillas.
l) Cotillas: de este apartado no se libra nadie.
m) Fisgones, husmeadores, escrutadores: han convertido el cotilleo en compulsión insana. "La envidia les corroe, mi vida les agobia"...
n) Chistosos: utilizan el FCBK "sólo por diversión", creyéndose con eso que hacen un uso correcto de la herramienta. Suele ser gente profundamente tímida y frustrada, que esconde sus complejos sociales en hacer chistes, en su mayoría muy malos. Padecen un espantoso síndrome Club de la Comedia.
ñ) Nomelopierdos: dicen asistir a todos los eventos. Aunque del dicho al hecho, como dice La Veneno, va un buen trecho. Pretenden hacer creer a los demás que llevan una gran vida social, cuando todo el mundo sabe que se pasan el día con una mano en el ratón y la otra en sus respectivos genitales.
o) Tourettes: incontinentes verbales. Teclean lo que les sale de sus narices, sin reparar en el entorno (virtual, en este caso).
p) Exquisitos: con ellos aprendes. Todo lo que publican pasa el filtro de "lo sublime". Les encanta que los adules, aunque falta, lo que se dice falta, no les hace. Ellos están en otra dimensión. Así que su paso por FCBK es recibido como el maná. ¡Cuánta generosidad! Nunca responden a tus comentarios. Su exquisitez se convierte de inmediato en mala educación.
q) Polemistas: defienden hoy aquello de lo que aborrecerán mañana. Les encantan los muros ajenos.
r) Espontáneos: gente que no te conoce de nada y no paran de hacerte comentarios. Dándolo todo hasta la extenuación.
s) Mencantas: Antes de haber tú colgado el vídeo o la noticia, ya les gusta. Nunca hacen comentarios. Son como esos conocidos que, cuando te los encuentras de noche (nunca te los encuentras de día), se limitan a saludarte efusivamente (sonrisa de oreja a oreja) y el resto del tiempo no cruzan contigo ni una palabra.
z) Los que no tienen FCBK: viviendo en un país supuestamente desarrollado, sólo los excusa el que sean o muy viejos o muy jóvenes. El resto, no tienen perdón. Se puede pasar sin la tele, porque es pan y circo hecho por cínicos ricos o ignorantes petardas para pobres ingenuos y petardas ignorantes, respectivamente, pero ¿sin FCBK?
En fin, podríamos continuar ad infinitum... yo, por supuesto, encajo en casi todos los apartados, incluido el último, al menos en intención. Depende del día...
La lista me ha quedado poco seria pero certera. Como la propia herramienta. Un mundo fascinante de mezcla de egos, generosidad y vanidad, cafetería o patio de vecinas virtual (según el tono que se adopte), canal de información, portería, detective privado gratuito, descubre-cuernos, habitación de adolescente cuajada de mitos de fijación efímera y baluarte de la personalidad en estos tiempos líquidos que corren...
El otro día pensaba en cómo yo me presentaba en FCBK. El hecho de trabajar en casa, mi soledad, éste mi "devenir cyborg", mi propia personalidad, expansiva, hacen que lo utilice mucho. Imagino que muchos me habrán quitado de la sección de noticias, por pesado (no saben lo que se pierden). Yo también lo he hecho con muchos. Aplicando el mismo criterio que el resto, supongo: se han salvado de la "quema" mis amigos y la gente que me parece interesante y divertida. En cualquier caso pensaba en mis exhibiciones, en mi pornografía, en mis sentencias, en mis provocaciones, en mi incontinencia... derrocho tanto que para mucha gente me quedo vacío y carezco de misterio: a la hora de ligar eso me ha salido normalmente caro. El misterio cotiza a la alza... aunque cuidado: hay mucha esfinge sin secreto, como en el cuento de Wilde. Se puede hacer una lectura cínica y pensar que realmente, en este mundo autista y de consumo rápido y desinteresado, buscamos eso ex profeso: esfinges sin secreto, cuerpos pornográficos con los que interactuar de la manera más higiénica posible, de la más previsible, sin demasiada fricción personal. Todo parece hoy apriorístico, a la carta: también (o sobre todo) en FCBK, donde puedes ocultar y mostrar a tu antojo, con un par de "clics", donde gente que hacía veinte años que no veías pierde el interés (un interés que a veces es puramente nostálgico o sentimental) inmediatamente, nada más "recuperarla", donde estás tan "al tanto" de tantas cosas que hasta con los más cercanos abandonas la sana costumbre de la cita semanal física (la cita para "ponerse al día"), donde las noticias más íntimas no se dan de frente sino por "mensaje privado". Hasta cierto punto, nos pasamos el día pulsando botones y eligiendo: desde los enlaces del período en línea que nos "interesan" hasta el inútil zapping nocturno en busca de algo que nos seduzca en la tele. Ese gesto tonto y compulsivo, de alguna forma, nos empieza a constituir una mirada y una posición francamente peligrosas. Como si llevásemos un mando a distancia o un ratón continuamente en la mano, nos vuelve impacientes, pésimos observadores, incapaces ante el segundo plano y torpes para el contexto, caprichosos, irritables, ansiosos, excesivamente prejuiciosos y un poco intolerantes...
Luego he pensado de nuevo en ese otro título de Foucault tan atinado, en la combinación de palabras que lo forman, en su orden sintáctico, en la propia coordinada: Vigilar y castigar. ¿A qué se debe mi exceso de presentación? ¿a qué mi vaciado de misterio, mi sobreexposición, mi verborrea alcohólica? ¿a qué mi obsesión por hablarlo todo, hasta lo indecible? ¿es una forma de rebeldía frente al autocontrol aprendido tras años de sentirme socialmente vigilado y castigado? ¿estoy exagerando este punto, yo que en realidad he tenido una infancia feliz y una familia estupenda? ¿no es cierto que sentías las correas de determinados corsés? ¿hasta qué punto uno se acostumbra a esa piel estrujada? ¿quedan marcas? ¿en qué otros aspectos de mi vida ha derivado ese autocontrol? ¿sigue en mí la crisálida de aquel niño "sexualmente", "políticamente" vigilado? ¿es el vaciado de misterio el reto, muchas veces inconsciente, que se propone el que fue tímido, el que fue intimidado? ¿hasta que punto existe un gozo libidinoso en decir lo "indecible", en pensar lo "impensable", en transgredir el lenguaje de la heteronormatividad, ese que todo lo recorre hasta el punto de sexualizarlo todo, desexualizándolo a la vez, ese que coerce, ese bajo cuya vigilancia ahora tú te vigilas?
El misterio sin fin de tratar de anudarse a las cosas, de desnudarse uno mismo a través de las palabras.