"Nora tenía la cara de la gente que ama a la gente, una cara que sería torva cuando averiguase que amar sin reservas es ser traicionado. Nora se robaba a sí misma por todo el mundo. Insensible a la advertencia, cuando quería recordar, ya había sido defraudada. Los viajeros de todo el mundo le sacaban buen partido porque siempre se la podía vender. Y es que ella llevaba el dinero de la traición en su propio bolsillo".
Djuna Barnes, El bosque de la noche