En el tren de vuelta Jerez-Madrid, escucho que un niño pronuncia la palabra pandemonium. No hay nada en la inflexión de su voz que me haga suponer que la esté leyendo en un libro... ¿de dónde la saca?
Se me ocurre crear un nuevo blog cuyas entradas sean palabras encontradas. La idea me entusiasma. Se llamará "Una palabra al día bastará para curarme" y llevará como subtítulo "Del diccionario como terapia, ejercicio mnemotécnico o cronología del azar". La primera será pandemonium: 1. m. Capital imaginaria del reino infernal; 2. fig. y fam. Lugar en el que hay mucho ruido y confusión.
El resto me las iré encontrando: en mis lecturas, en la calle, en la televisión, en sueños...
Días hermosos en Barcelona. Me siento como el que sella una nueva etapa con su ex haciendo con él un gran viaje. Estoy de visita, sin planes, contento. Paseo por el laberinto del gótico. Mercado navideño en la plaza del Pí. Suelos mojados del Raval. El calor de las cafeterías, de los bares, de las máquinas tragaperras. En la plaza del Macba, el ruido de los monopatines se funde repicante con el de las campanas. Humedades, recuerdos, ninguna angustia. No piso el Eixemple. Tampoco veo el mar. Visitamos la fundación Joan Miró. Desde el autobús que sube, que baja Montjüic, observo la ciudad, suspendida en la bruma.
De vuelta en Madrid, bajo el sol helado del paseo de las Delicias, surge la idea de Tres días en París. Un título a bote pronto. Una novela benjamiana, perecquiana tal vez, sobre el paseo como terapia, sobre el arte de doblar las esquinas. Una novela con río y con puentes. Con nombres de puentes. Y con la distancia entre las fachadas de ambas orillas como protagonista.
Empiezo mi recortable de la Puerta de Alcalá. Jamás pensé que llegaría a tener tanta destreza con las tijeras y el cutter.
Ni tanta paciencia.