Visita a Sevilla este fin de semana. Solo, después de meses.
El viernes, cena con C., la única persona de Sevilla, junto a mi hermano, con la que había un vínculo real que no se ha roto. Después, vamos al concierto de Rufus Wainwright. Cuando termina su actuación, empiezo a ver a mucha gente. Me paro, hablo con ellos un rato. Luego me voy. Con otros paso más tiempo.
Al día siguiente, solo de nuevo, paseo por la ciudad. La soledad se me clava en la garganta como una espina de pescado. Visito algunas tiendas. Compro La ley del más fuerte, de Fassbinder, en Fnac. También los zapatos de abuelito que le gustan a F.
Me deprime el ritmo de la ciudad. Y su falta de sombra. Hay una luz incómoda, descarnada, miserable.
Il y a cette lumière,
Qui ne s'éteint jamais,
Comme un réverbère,
Comme les feux d'un loquet...
De una manera vaga, echo de menos Madrid. Es la primera vez que me pasa.
Interferencias telefónicas con F.
Doy una vuelta por la Alameda. Parece un lodazal.
Puisqu'au bout de la route,
Il n'y qu'un dessert...
Acompañado por mi hermano y por S., tomo algo en una terraza... es esa hora de la tarde entre perro y lobo, como diría Jane Rhys. Alquilamos una peli, La última noche (25th hour), de Spike Lee. Al día siguiente, domingo, quedo con gente del pasado. Desayuno, almuerzo y café con unos y con otros. A intervalos estoy con mi hermano, en su casa, mi antigua morada. Su vida se me escapa. Asisto a ella con una extraña sensación de asfixia, como cuando una palabra evocadora queda reducida por el contexto a su mínima expresión. Es mi hora veinticinco... el epílogo... apenas hay gente por la calle. Cojo un taxi camino de la estación... pero la luz no se apaga... es sucia y blanca a la vez, y pertenece al reino de los muertos, todo párpados abiertos, eternamente...
Los extractos en francés pertenecen a la canción "Qu'est-ce que ça peut faire" de Benjamin Biolay (Trash Yeyé)