miércoles, junio 11, 2008

Gran paisaje sin figuras I

"Si la era dominada por la economía del automóvil se denominó "fordismo", llamaremos "farmacopornografía" a esta nueva economía dominada por la industria de la píldora, por la lógica masturbatoria y por la cadena excitación-frustración en la que esta se apoya. La industria farmacopornográfica es el oro blanco y viscoso, el polvo cristalino del capitalismo postfordista (...) Hardt y Negri, releyendo a Marx, nos han enseñado que durante los siglos XIX y XX la economía global se caracteriza por la hegemonía del trabajo industrial no porque este fuera dominante en términos cuantitavos, sino porque todo otro trabajo se modeliza cualitativamente con respecto a una posible industrialización. Del mismo modo, la producción farmacopornográfica caractería hoy un nuevo período de la economía política mundial no por su preponderancia cuantitaviva, sino porque cualquier otra forma de producción aspira a una producción molecular intensificada del deseo corporal semajante a la narcoticosexual. Así, el control farmacopornográfico infiltra y domina toda otra forma de producción, desde la biotecnología agraria hasta la industria high-tech de la comunicación".

"Durante el día, mi existencia oscila entre la actividad frenética y el vacío total. En los períodos de vacío, paso la mayor parte del tiempo sentada en el sofá. (...) Este sofá podría ser la cama de un hospital psiquiátrico. Eso es lo que es, una delegación doméstica de las instituciones médicas y jurídicas de la República francesa, un país del que ni siquiera soy ciudadana. El sofá es un tentáculo del sistema de control que se ha instalado en mi espacio individual en forma de mueble de compañía. Es un aparato político, un espacio público de vigilancia y desactivación, que tiene la ventaja, respecto a otras instituciones clásicas como la prisión y el hospital, de contribuir a mantener la ficción de que este apartamento, estos cuarenta y siete metros cuadrados cerrados con llave, son mi territorio privado. La paranoia se extiende desde el sofá hasta mi piel. Mi cuerpo podría ser un centro de reclusión a vida (...), un tentáculo del farmacopoder que ahora lleva mi propio nombre".

Beatriz Preciado, Testo Yonqui