viernes, junio 13, 2008

Gran paisaje sin figuras III

"Así que no me alejé de Nueva York cuando vine a vivir a París, sino que fui sin saberlo a habitar a una banlieu al este del imperio farmacopornográfico en la que se habla francés. (...) Nueva York no es un lugar; es, por decirlo siguiendo a Spivak, un régimen de traducción cultural. Así que paradójicamente, fue cuando me alejé de Nueva York cuando empecé por primera vez a habitar la ciudad. Este modo de pensar el mundo como una única ciudad difusa interconectada con centros de intensidad, circuitos de circulación de capital, cuerpos e información, zonas de alto confort y zonas pauperizadas, espacios distantes de producción y de deyección de detritus materiales y simióticos puede acercarnos a pensar la estructura geopolítica actual, como ya lo han hecho Negri y Hardt y, de otro modo, James Petras y Henry Veltmeyer, de acuerdo al modelo del Imperio romano de Constantino. Vivimos en una suerte de Edad Media punk, de alta edad cybergótica sin que hayamos todavía comprendido las consecuencias de semejante revival histórico en este punto de autodegeneración de la especie".
"Para el Freud lector de la psicopatología moral de Krafft-Ebing, la masturbación, y la producción química que ésta implica, es el modelo de toda adicción (carta 79 a Fliess). El alcohol, el tabaco, la morfina y la cocaína son sustitutos masturbatorios, prácticas exógenas de producción de excedentes de toxicidad química en el cuerpo. Poco importa si la sustancia es inoculada en el cuerpo desde el exterior o si es producida por el cuerpo mismo. En todo caso, no hay libido sin toxicidad. La sexualidad, como la ingestión de psicotrópicos, es la búsqueda de la producción de un estado de intoxicación neuronal".
"La droga es la metrópolis moderna, su producción, su tráfico y su consumo refleja los circuitos de tráfico colonial, los procesos de sublimación y de fantasmagoria propios de la modernidad industrial farmacopornográfica".
"Durante los años que habito en la ciudad de los muertos vivientes, para luchar contra una soledad endémica, me acojo a un sistema de aprendizaje y construcción de técnicas identitarias que, ahora lo sé con toda seguridad, me ayudará no sólo a sortear la depresión propia de la metrópolis, sino que acabará constituyendo una disciplina del alma, como Los Ejercicios de San Ignacio de Loyola en mi infancia, que me permitirá resistir después a la decepción política, al desamor o incluso a tu muerte".
"Al empezar este libro administrándome testosterona (en lugar de comentando a Hegel, Heidegger, Simone de Beauvoir o Butler), he querido decapitarme, cortar mi cabeza modelada con un programa cultural de género, seccionar una parte del modelo molecular que me habita. Este libro es la huella que deja ese corte".
Beatriz Preciado, Testo Yonqui.