lunes, mayo 09, 2005

La historia del tiempo llega a su fin

Leo en la Historia del tiempo de Stephen W. Hawking a propósito de un científico francés:

"Joël Scherk murió en circunstancias trágicas (padecía diabetes y sufrió un coma en un momento en que no había nadie cerca de él para ponerle una inyección de insulina)".

Descubro que murió en París. Claro, pienso, la ciudad de los gatos solitarios. La ciudad en que aquello que siempre te pilla a mano son los estratos de muerte.

Y luego leo:

"El determinismo de Laplace era incompleto en dos sentidos. No decía cómo deben elegirse las leyes y no especificaba la configuración inicial del universo. Esto se lo dejaba a Dios. Dios elegiría cómo comenzó el universo y qué leyes obedecería, pero no intervendría en el universo una vez que éste se hubiese puesto en marcha. En realidad, Dios fue confinado a las áreas que la ciencia del siglo XIX no entendía".

¿No es la búsqueda de la última respuesta una forma de matar a Dios? La física acorrala a Dios como se acorrala a las sombras al abrir las ventanas de una casa cerrada. Desde el punto de vista del conocimiento, Dios se asemeja más a las tienieblas que a la luz.