miércoles, febrero 01, 2012

Un diálogo de Pynchon

Hay novelas que introducen al lector en una piscina donde no se hace pie. En el caso de La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon, conviene ponerse cómodamente bocarriba y disfrutar de las palmeras, del cielo y del sol de California:
"- ¿Qué hay en la  Biblioteca Vaticana? - preguntó Edipa.
- Una versión pornográfica de La tragedia del correo. Yo no pude verla hasta el sesenta y uno, de lo contrario la habría comentado en una nota a pie de página en mi edición anterior.
- Lo que yo vi en el Teatro del Depósito no era pornográfico.
- ¿El montaje de Randy Driblette? Sí, a mí también me pareció típicamente pacata. - Contempló con ojos tristes el fragmento de cielo que se extendía detrás de Edipa-. Tenía unas ideas morales muy suyas. En el fondo apenas sentía respeto por la literalidad, pero en todo momento reprodujo con una fidelidad sorprendente el aura invisible que envuelve la obra, su espíritu. Si había alguien capaz de evocar al Wharfinger histórico que tanto te interesa, ése era Randy. Nadie, que yo sepa, se acercó tanto al autor, al microcosmos de la obra, tal como obsesionó en vida el intecto de Wharfinger.
- Habla usted en pasado - dijo Edipa con el corazón al galope y acordándose de la anciana con la que había hablado por teléfono.
- ¿No se ha enterado? - Todos se quedaron mirándola. La muerte pasó en vuelo rasante, sin arrojar sombra, por los espacios sin hierba del césped.
- Randy fue a la playa hace un par de noches y echó a andar aguas adentro - le contó la estudiante, cuyos ojos habían estado enrojecidos todo el rato-. Vestido de Gennaro. Ahora está muerto y lo que ves aquí es su velatorio.
- Lo llamé esta misma mañana - dijo Edipa, incapaz de pensar en nada más.
- Fue inmediatamente después de desmontar los decorados de La tragedia del correo - dijo Bortz".